martes, 18 de noviembre de 2008

Asignatura pendiente: una o varias candidaturas

Mucho avanzamos desde el 3 de febrero de 2008 cuando la defección de Lavagna nos golpeó duro. No importa tanto si los avances fueron producto de la “virtud” o de la “fortuna”, lo importante es que ocurrieron.
Brillante desempeño de los bloques parlamentarios, aceptable Convención Nacional presidida por una gran figura cercana a nuestro corazón, magnífica conmemoración de los veinticinco años de la democracia en el Luna Park con una impresionante presencia juvenil.
Todo ello redundó en un alto reconocimiento de que sin el radicalismo organizado no hay batalla seria por el triunfo de la oposición. Entonces fuimos repentinamente considerados, estimados y ponderados por todo el arco opositor. El radicalismo se convirtió en una novia codiciada para concertar políticas y estrategias, ya sean programáticas o electorales.
No podemos menos que alegrarnos por esa nueva circunstancia que viene acompañada por la decadencia del gobierno y por apreciaciones más realistas de todo el arco opositor. Ahora bien, a no cantar victoria, que recién estamos en condiciones de empezar con los trabajos principales para poner nuestro partido a la altura de las necesidades del presente.

  • Hay que superar el localismo político y subordinar las estrategias particulares a la política nacional. Por mejores que sean nuestras administraciones locales, sin una política nacional el radicalismo carece de sentido. Nuestros padres fundadores se imaginaron a sí mismos gobernando la Argentina, ésa era su empresa “reparadora”. Esa es nuestra carta natal. Ocupar bancas es un medio para denunciar el régimen y proponerse la conquista del poder, no es el objetivo.
  • Necesitamos con urgencia programa y candidato o candidatos a presidente. Si de nuestro seno no surgen aspirantes a ocupar la presidencia de la nación, estamos condenados a no ser sustantivos en el proceso de desalojo del poder de esta extraña versión del camaleón justicialista.
  • Seremos mejores para nosotros y para nuestros probables aliados, si nos zambullimos en un fuerte debate sobre el programa y los candidatos. Eso no excluye las coaliciones, al contrario las potencia, las fortifica. No importa si nuestras referencias políticas de la época encabezarán, secundarán o acompañarán, esa será una decisión de la conducción política nacional, lo que no podemos hacer es auto proscribirnos de la competencia por la presidencia de la nación.
  • Nuestro principal capital político son los recursos humanos y políticos que disponemos. Ninguna otra fuerza política está en condiciones de exhibir tanta potencialidad y experiencia organizada. Quienes se fueron pueden volver y serán recibidos sin rencores y con los brazos abiertos, quienes nunca estuvieron pueden incorporarse y aportar desde un verdadero partido político. Quienes prefieran mantener sus nuevas identidades y coincidan con el programa serán aliados fraternos, no ponemos condiciones, pero confiamos más en las mujeres y hombres que están al frente de organizaciones que en las figuras destacadas y respetables que lucen en el firmamento político. Todos respetamos y admiramos a Lisandro de la Torre pero fue Irigoyen el constructor del partido radical y el conductor de la nación.
  • Muchas y muy graves circunstancias pueden sobrevenir, no estamos en condiciones de anticiparnos a todas, pero el camino a las elecciones de renovación parlamentaria del 2009 debe ser iluminado por un poderoso reflector que proponga un programa capaz de completar la democracia y respalde candidaturas capaces de llevarlas a cabo.
  • Con un gran respeto personal y político por las destacadas condiciones de los actuales presidenciables, creo que la proclamación de candidatos surgidos de las filas de la UCR, contribuirá al fortalecimiento de la empresa común. Cualquiera sea la fórmula resultante de las coincidencias opositoras, nuestro partido estará mejor con candidatos a Presidente levantando tribunas y recorriendo el país que sin ellos.

Para finalizar no puedo más que aludir a lo obvio, a lo que los lectores han pensado al recorrer estas pocas líneas: casi nadie conocía a Barack Obama dos años antes de la elección. Pero cuidado, esta alusión no debe entenderse en clave picaresca, muchos pueden representarnos en las presidenciales del 2011, trabajaremos para ellos con empeño y satisfacción sean o no los nominados por nuestro partido, pero en la democracia moderna una colectividad política del tamaño, la trayectoria y la representatividad de la UCR, no puede ceder anticipadamente la nominación presidencial.

miércoles, 29 de octubre de 2008

Se abrieron las puertas del Congreso

Se abrieron las puertas del Congreso que habían permanecido cerradas durante la Dictadura. Una ridícula parodia llamada CAL (Comisión de Asesoramiento Legislativo) había ocupado el edificio durante siete largos años. La CAL tenía, también una proporcionalidad, estaba integrada por la misma cantidad de oficiales superiores de cada una de las tres fuerzas armadas. Suena ridículo, pero es cierto. Los delirios a que nos había llevado el poder militar, no tenían límite. Les mandaban proyectos que consideraban de “significativa trascendencia”; el recinto de la deliberación y el diálogo, el ámbito de las denuncias y los consensos se había convertido en un cuartel en el que reinaba el silencio disciplinario de la jerarquía castrense.
Los legisladores nacionales electos el 30 de octubre de 1983, éramos objeto de curiosidad ciudadana. El radicalismo basó su campaña en el concepto de democracia participativa, y había que llevar a cabo la tarea. Pero el Congreso, como una pequeña réplica de la sociedad era heterogéneo, complejo e inexperto.
Los primeros desafíos fueron nítidos y estimulantes, las iniciativas parlamentarias del gobierno de Alfonsín, nos llenaron de orgullo. Un peronismo confundido no atinaba a cicatrizar la derrota, sin embargo las pulsiones democráticas, entonces exacerbadas, dieron sus frutos y las misiones centrales se cumplieron con la colaboración de la oposición.
Derogación de la Ley de Autoamnistía, Reformas al Código de Justicia Militar, al Procedimiento Penal para juzgar los militares, Aumento de la pena a los Torturadores, Aprobación de los Tratados Internacionales de Derechos Humanos que no había suscripto la Argentina. Así empezamos.
Fue el comienzo de una larga lista de asuntos que se trataron con entusiasmo y el lógico nerviosismo de las horas en que un régimen político naciente, tenía que demostrar cada noche que era posible un nuevo amanecer. No obstante, se derrotó rápidamente el escepticismo sobre la prosperidad del emprendimiento democrático. Este había llegado para quedarse, lo sabrían desde entonces los partidarios, los adversarios y los enemigos.
El parlamento, era una caldera cuya combustión se alimentaba de nuestro entusiasmo y de un peronismo aturdido y sin rumbo. Pero muy pronto, llegó la primer decepción popular: El senador de Neuquén – provincia en la que Alfonsín había arrasado en las urnas- volcó a favor del gremialismo el debate sobre la Ley Sindical. Corrían los primeros meses de 1984 y el juego democrático había dejado su primera enseñanza. El flamante gobierno, que gozaba de una abrumadora simpatía popular, había perdido su primera batalla frente al desprestigiado gremialismo de la época.
Llegaron otras luchas en las que fuimos victoriosos, las que permitieron la viabilidad económica y financiera de la Nación, la problemática aprobación del Tratado de Paz y Amistad con Chile, la Ley de Matrimonio Civil y de Patria Potestad Compartida, todas tuvieron oponentes, sinceros y de los otros. Esa era la impronta novedosa del nuevo régimen político, había que debatir, no habría, en adelante, dueños de la verdad, ni de la vida de las personas.
Las sesiones, sobre todo en la Cámara de Diputados, eran interminables. Todos querían participar. Los taquígrafos quedaban extenuados, todos deseaban dejar su impronta en los primeros debates parlamentarios. El trabajo se hizo con corrección y esmero, el presidente y su gabinete esperaban ansiosos el resultado de las votaciones y participaban
emocionalmente de las deliberaciones. Las horas no alcanzaban para estudiar, prepararse y estar a la altura de las circunstancias.
Pero, sin duda el tono épico de la época, estaba basado en que hasta entonces los golpes militares eran inexorables, simplemente llegaban con los primeros desgastes de gobiernos débiles o intencionalmente debilitados, así que debíamos desmentir la profecía. Lo hicimos, a pesar de que pronto llegaron nuevos desencantos de toda especie. Hoy podemos confirmar lo evidente, la democracia llegó veinticinco años atrás para quedarse, pero está incompleta. ¿Cuánto vamos a demorar en recuperar el talante épico de nuestras luchas?, ¿No es tan importante completar la democracia como la misión que tuvimos entonces?

sábado, 25 de octubre de 2008

Un 30 de Octubre

“No estaremos a merced de una bruma de generales”
Jorge Luis Borges
Clarín, 22 de diciembre 1983


“Gana Luder, pero yo voto por Alfonsín”, es la frase que un cuarto de siglo atrás desvelaba a los –entonces- inexpertos encuestadores políticos.
La generalización de la afirmación produjo el resultado deseado e inesperado. El país explotó de entusiasmo y se tiñó de colores radicales con sones algo deportivos.
Perdieron las patotas que ocupaban la mayoría del espacio peronista, también fue derrotado el recuerdo de los años en que la violencia política se había adueñado del país.
En realidad se estaba iniciando el único ejemplo de transición a la democracia en América del Sur en que los militares no habían podido imponer condiciones. Fue, por lo tanto y en muchos sentidos una ruptura, un cambio de régimen, un quiebre histórico.
El desesperanzado pragmatismo de la dirigencia justicialista sus voceros y jurisconsultos habían dicho que la llamada Ley de Autoamnistía que se habían dictado los militares el 23 de marzo de l983 era inderogable y que produciría efectos irreversibles. No querían encubrir, pero no confiaban en la ruptura, estaban demasiado acostumbrados a negociar con el poder, especialmente los dirigentes sindicales.
Alfonsín, implacable bramaba desde la tribuna que esa pretensión era inaceptable y que su primera medida de gobierno sería desconocerla. Así fue: “Derógase por inconstitucional y declárase insanablemente nula la ley de facto 22924.” , rezaba con simpleza el despojado art. 1° de la Ley 23040, sancionada por el nuevo Congreso el 22 de diciembre de 1983.
Este es el nudo, el embrión del régimen alumbrado el 30 de octubre, de él se ramifican consecuencias muy amplias que se extienden por todos los planos del devenir de la democracia que vería la luz apenas 40 días después.
Fueron días de incertidumbre, enormes expectativas populares se combinaban con demasiados derrotados lamiendo sus heridas. No estaba demostrado que el nuevo régimen sería perdurable, más bien todo lo contrario. Los protagonistas de décadas de inestabilidad política dejaban traslucir su escepticismo. Flotaban pesadillas en las noches en que los más entusiastas preparábamos el desembarco en el Gobierno.
Habría que demostrar que la sociedad era viable sin la tapa represiva que todo lo explicaba. Justicia reparadora, puja distributiva, control del poder militar, deuda externa, ingreso irrestricto a la Universidad, nuevos reglamentos policiales que prohibían torturar, supresión de las hipótesis de conflicto con los países vecinos, esos eran algunos de los desafíos principales.
Salió bien, podemos decir veinticinco años después, esos problemas se resolvieron de manera adecuada y la bruma de generales acechantes no volvió. Pero mejor sería que digamos: no tan bien porque las demandas sociales cambian, se profundizan, se expanden, tienen vida propia y, principalmente, porque algunas ilusiones se convirtieron en derechos adquiridos un 30 de octubre de 1983.
Publicado en el semanario Miradas al Sur el domingo 26 de octubre de 2008

viernes, 17 de octubre de 2008

Partidos y Organizaciones Políticas: la UCR una propuesta

Mucho se ha escrito sobre los partidos políticos que desde 1994 tienen rango constitucional en Argentina. Son posteriores a la democracia, si ésta consiste en el derecho del pueblo a elegir sus gobernantes. Comenzaron como organizadores de corrientes de opinión y con la complejización de la organización estatal, en un elemento central para dotar de previsibilidad el sistema de decisiones de cualquier sociedad.


La palabra partido alude a una parcialidad, requiere que haya otra u otras partes. Por lo tanto los regímenes políticos de partido único, difícilmente puedan exhibir carácter democrático.


Los partidos son producto de formas históricas precisas y en sentido amplio sus precedentes son los contendientes que rivalizaron por el poder en todas las épocas. Jacobinos y Girondinos en la Revolución Francesa, Morenistas y Saavedristas en la Primera Junta, unitarios y federales durante la organización nacional. Con posterioridad se fueron adaptando a las modalidades estructurales de cada sistema político; por eso se llama sistema de partidos a una parte del sistema político que registra la naturaleza de los partidos y da cuenta de las bases en que se apoya su competencia. Es decir que hay una mirada sobre la práctica política de la sociedad que tiene particularmente en cuenta los partidos, según su tamaño, representatividad, organización, ideología, etc. Dicha mirada nos ofrece infinitas clasificaciones que distinguen los partidos de acuerdo a sus características dominantes. Ahora bien, como todos se imaginan no es igual una formación histórica en un país con estructura federal de gobierno que en uno unitario, lo mismo podemos decir para los partidos que responden a fuertes liderazgos y se vertebraron en favor de la capacidad de un candidato para acceder al poder, que otros, más ideológicos que pasaron décadas cosechando voluntades hasta que lograron el respaldo suficiente para conquistar el gobierno, o en cambio quedaron relegados, manteniendo con unas cuantas bancas el testimonio de sus ideas.


Lo que si podemos afirmar es que hay una fuerte correlación entre la organización de los partidos políticos y la arquitectura del poder. Es decir que regímenes parlamentarios producen partidos diferentes que los presidencialistas, los sistemas unitarios que los federales, los sistemas electorales de circunscripción uninominal tendrán como consecuencia partidos muy diferentes a aquellos donde impera la representación proporcional.


Lo expuesto permite afirmar que no hay un prototipo de organización partidaria de alcance universal, por el contrario hay aproximaciones organizacionales y estatutarias sucesivas que permiten alcanzar los objetivos de cada organización. En resumidas cuentas estos podrían resumirse en: a) representatividad, b) competitividad, c) eficacia d) participación e) gobernabilidad f) educación política g) capacidad técnica para proponer, planear y gestionar políticas públicas; y cada uno de ellos adquiere diferente prioridad frente a distintas situaciones.


De modo que los partidos se encuentran en todo tiempo fuertemente demandados por la sociedad para contribuir a la elevación de la calidad democrática y este requerimiento no siempre puede ser satisfecho en plenitud. Los militantes políticos debemos incorporar a nuestra agenda un programa de mejora permanente de las organizaciones políticas en las que actuamos como parte esencial de nuestras preocupaciones. Tan alta es la importancia que le atribuyo a este programa que considero que debe formar parte de los principios esenciales que constituyen el cuerpo doctrinario.



En este momento de 2008, estando convocados procesos de reformas organizativas en el plano nacional y en el de la ciudad de Buenos Aires, me permito llamar la atención sobre una cuestión que no es coyuntural ni está destinada a impactar el comportamiento político del partido en el presente, pero que sin embargo puede constituir un cambio positivo en el futuro próximo.



Nuestras cartas orgánicas arrastran un anacronismo, se trata de un concepto "seudo republicano" de una suerte de división de poderes interna que divide el sistema de decisiones entre un Comité de conformación federal ( es decir paritario para las provincias o distritos ) con funciones ejecutivas, y un cuerpo deliberativo que llamamos Convención que en el orden nacional se integra con una representación equivalente a la de los legisladores nacionales que corresponden a cada provincia, y que tendría funciones deliberativas.



En el imaginario radical, contamos con un ejecutivo colegiado de cuatro delegados por provincia más los representantes de los estamentos, y una convención-parlamento encargada de sancionar la plataforma y la carta orgánica, integrada por más de trescientos miembros. Pero este imaginario no se corresponde con la realidad, sino todo lo contrario. Veamos: El Comité Nacional funciona el día en que se elige a su Presidente y a su Mesa Directiva, la que posteriormente gobierna el partido ya que un cuerpo de más cien integrantes, desparramados por toda la geografía del país, difícilmente pueda cumplir el cometido que se le asigna. Y la Convención, por su parte, tiene que convalidar en tiempo relámpago los documentos que se presentan a su consideración. Debe destacarse que muchas veces resulta llamativa la ausencia de dirigentes relevantes de algunos distritos que no forman parte de ninguno de los mencionados cuerpos. Tanto en el orden nacional como en lo que atañe al radicalismo porteño, los líderes partidarios que integran los plenarios, suelen ser aquellos que deben pertenecer para postularse a las respectivas mesas directivas. Por lo tanto una primera mirada permite afirmar que se trata de dos cuerpos electorales delegativos que consuman parte principal de su verdadera misión cuando eligen a sus autoridades.

Mi propuesta es simple y se encuentra alineada con el modelo clásico de los partidos social demócratas, se trata de elegir un solo Congreso cuyos integrantes aprueban al mismo tiempo el programa partidario y designan de entre sus miembros a los integrantes de la Conducción Política.

El la Capital Federal su implementación es muy sencilla porque los distritos -circunscripciones- tienen representación paritaria en ambos cuerpos, el Comité y la Convención. En el orden nacional se presenta la dificultad de que las representaciones son disímiles. Mientras el Comité es paritario, la convención reproduce la representación del Congreso Nacional, o sea que el número de habitantes de las provincias determina el nivel de representación y aunque el factor de corrección para las provincias de menor número de habitantes, es alto, más alto que en la representación a la Cámara de Diputados, podría ser considerado insuficiente. Para ello no queda más que agregar otros factores de corrección que eleven la presencia de representantes de las provincias más pequeñas, pero manteniendo el concepto de delegados proporcionales al número de habitantes.

Para realizar esta propuesta, he meditado y descartado los modelos alternativos típicos, a saber:

  1. Elegir delegados de acuerdo al número de afiliados de cada distrito. Este concepto de buena prosapia, parte de la base de que los afiliados, los dueños del partido, valen lo mismo vivan donde vivan, de modo que mil afiliados eligen un delegado al Congreso. Sin embargo la realidad política demuestra que en términos de poder partidario, recibe premio quien más afilia, aunque sea de manera indiscriminada. En el Partido Justicialista, que sigue esta regla, Herminio Iglesias con control sobre la Tercera Sección Electoral de la Provincia de Buenos Aires, manejaba el Congreso Provincial, y por lo tanto tenía casi la mitad de los congresales nacionales de su partido.
  2. Elegir el Presidente del partido y su Mesa Directiva mediante el voto directo de los afiliados. Esta propuesta que caracteriza la tradición política de nuestro partido para la elección de los candidatos a Presidente y Vicepresidente de la República, no me parece que se corresponda con la elección de las autoridades partidarias. Una campaña electoral interna de carácter nacional, puede instalar un candidato que derrote a otro, pero como ha quedado demostrado desde 1995, la confrontación interna se exacerba y con ella los riesgos de divisiones y fraccionalismos.

Como bien ha sostenido el actual Presidente del Comité Nacional se debe combatir el localismo, por lo tanto es menester construir una institución donde se den los debates sobre la orientación política, ése es el Congreso que propongo. De allí y una vez construida una mayoría que sostenga un programa, se cae de maduro cual será la conducción política ejecutiva que se encargue de llevar a cabo los consensos mayoritarios. Mención aparte merece la consideración referida a los problemas de financiamiento de la campaña, el papel de los medios de comunicación y el de los gobiernos influyendo en la elección interna del partido.

Admito la dificultad de romper una tradición a la que estamos perfectamente acostumbrados y no nos molesta demasiado, también considero que no es la única reforma que se impone, no obstante creo que hay que empezar por repolitizar los cuerpos orgánicos de nuestra Unión Cívica Radical, que cuando se encuentran imposibilitados de cumplir las misiones que tienen asignadas, se desvitalizan, defraudan a sus miembros y decepcionan a afiliados y votantes.

El clásico dilema entre partido de cuadros y de masas debe superarse para el caso de la UCR, la historia demuestra que nuestra base militante es el corazón de nuestro partido. Cuando los liderazgos y los programas los incluyen, la UCR se convierte en una fuerza imbatible. Aquí la pregunta decisiva es: ¿ Que tipo de organización aumenta la fuerza de nuestra militancia ? en lugar de la pregunta más frecuente de la política argentina, la que sirve para la supervivencia de los gobiernos peronistas: ¿ Cual es el mejor candidato para los medios de comunicación ? Ese concepto de que importan más los candidatos que los partidos, es perfectamente funcional a la construcción de la hegemonía del Justicialismo.

Para terminar diré a modo de ilustración que los líderes de la Alianza que llevó la fórmula De la Rú-Alvarez al poder, abominaban de la política partidaria y la consideraban una restricción. Que la misma conducta tuvieron los líderes rutilantes que abandonaron la UCR, conquistaron millones de votos y los decepcionaron con una llamativa inoperancia política. La lucha por el poder, la conquista del gobierno y su ejercicio, no son posibles sin partidos fuertes con convicción y tono muscular suficiente para pelear los sectores políticamente más inhóspitos del Gran Buenos Aires y del resto del país. Los periodistas amables ayudan, la buena imagen de los dirigentes entusiasma la militancia, pero sin ella no hay destino, al menos por ahora en la política argentina.

martes, 14 de octubre de 2008

La bolsa y la vida

Hace un año ya que las finanzas mundiales están en el centro de la escena.
Comenzaron con la pinchadura y posterior desinfle de las hipotecas en Estados Unidos y siguieron desparramando insolvencias por el mundo en tonos cada vez más sonoros.
La idea es que algo se ha derrumbado, algo más que el valor de los papeles. Cayeron algunas columnas que blindaban el templo de Occidente.
Ya nadie sostiene que la competencia regula los mercados financieros y garantiza la prosperidad universal. Ahora compiten los grandes países para ver quien subsidia más, quien interviene sosteniendo la ruinosa economía de los bancos, en un desfile de trillones difícil de imaginar.
Mientras los reyes de las finanzas se convertían en mendigos, cayó un concepto esencial del modelo imperante: las transacciones financieras independizadas de la producción y el comercio de bienes podían expandirse de manera infinita. Cada arbitraje agregaba riqueza a alguno de los líderes del naufragio y ellos, llenos de valor daban un paso al frente, delante del precipicio.
Los principios proclamados se violaron sin rubor. Ya sabemos que las ideas ceden frente a los intereses, sobre todo cuando simulan ser ideas y son meras herramientas al servicio de ciertas conveniencias provisorias, que se mudan como los calzoncillos cuando dejan de servir a quienes las sustentan. La preocupación por los plomeros del mundo desarrollado financiando con impuestos las bancarrotas de los capitalistas cedió terreno frente al repentino realismo y una cierta “ética de la responsabilidad” derramó ríos de tinta impresos en las enciclopedias del neoliberalismo.
Simultáneamente asistimos a la recta final de la elección norteamericana. Allí también algo falló, Bush termina contradiciendo su gobierno, asistiendo a reuniones que hasta hace pocas semanas despreciaba, asumiendo que el tiempo del unilateralismo y la prepotencia se consumió en las bolsas, y como éstas para él valen más que la vida, resolvió escuchar a sus pares con humildad, claro con posterioridad a que su mega paquete de rescate fuera rechazado por los mercados y aceptado a regañadientes por los congresales de su propio partido.
En dicha elección hay ciertos vientos de cambio, pero seremos prudentes en alentar expectativas excesivamente optimistas. El mundo es ahora más complejo, no encajó en la pobreza retórica del equipo de Bush; pretendían combinar los “valores familiares” con la lucha contra el eje del mal, siempre cambiante. Casi un reflejo de los que satanizan a Occidente y practican el terror indiscriminado.
Ahora las bolsas deberán enfrentarse con la vida y su infinita trama de complejas interacciones. Ya no se trata de dinero electrónico, sino de la capacidad de producir bienes y servicios competitivos, el futuro próximo será duro por la contracción económica que se avecina, pero en él, habrá más espacio para los ingenieros que para los financistas.
También, si el cambio en Estados Unidos es consistente, se viene un resurgimiento del multilateralismo, es decir un mundo con reglas, que siempre será más conveniente para los argentinos. Reglas de comercio que terminen con la hipocresía de los subsidios a la agricultura. Reglas para la preservación de la paz que salven vidas y fomenten la lógica transaccional del sistema internacional. Reglas para la ayuda humanitaria y la cooperación que hace más de veinte años han salido de la agenda internacional. Reglas para la preservación del ambiente y los recursos escasos. Reglas que no podrán ser peores que estos años vividos de prepotencia de las potencias que se enseñorearon por el mundo atropellando, mintiendo e incrementando la inseguridad en los cinco continentes.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Las puertitas de Julio Cobos

El Vicepresidente de la Nación desempeña un activo papel en la política de los últimos meses. Esto, que puede parecer inesperado para quienes le auguraban una oscura presidencia del Senado durante los cuatro años de mandato de Cristina, no es inesperado en absoluto para él, por el contrario, quien fue capaz de tomar la decisión de romper la coalición gobernante en un momento decisivo para el Kirchnerismo, está bien acostumbrado a tomar decisiones drásticas.

Prueba de ello fue cuando recibimos la mala noticia que nos dio su pase de la gobernación radical de Mendoza a la integración de la fórmula del Frente para la Victoria. De manera tal, que el Ingeniero Cobos ya no tiene que demostrar coraje ni capacidad de practicar la política moderna, con acciones de alto impacto que implican riesgos y demandan coraje. Si en cambio tiene que demostrar otras destrezas, a las que estaremos muy atentos, porque nuestra frustrada y efímera experiencia con Lavagna nos tiene muy advertidos y curados de espanto.

En efecto hay que resaltar que la lucha por el poder no es personal y deportiva, sino un medio para cumplir con finalidades superiores. El objetivo es llevar a la práctica las ideas y el programa, el medio es el poder y el instrumento son los partidos políticos. Confundir esas variables degrada la política. Las grandes transformaciones fueron conducidas por líderes forjados en años de intemperie que condujeron partidos y organizaciones complejas, nunca fueron repentinos estallidos de "15 minutos de gloria".

Así que el Ingeniero Cobos en los próximos meses elegirá alguna de las puertas que tiene disponibles y a su alcance. Nosotros, poco podemos hacer mientras tanto.
Solo podemos, mediante pequeñas contribuciones, tratar de enriquecer su nutrida agenda, aceptando que no todos coincidan con el punto de vista que expresamos.

1.- No merece la pena conquistar el poder como una empresa individual, sin un partido político con historia e ideas de referencia. La tentación de conquistar el ejercicio del gobierno como una potestad personal, lleva inexorablemente al aislamiento narcisista, al autoritarismo, a la corrupción y finalmente a la derrota.
Fujimori y Collor de Mello no son los únicos ejemplos. A veces aparecen líderes partidarios que se creen providenciales, dan la espalda a sus partidos y sucumben.

2.- Las opciones que se encuentran frente a Cobos, pueden resumirse en dos. Una es la del amor a la política como actividad gregaria, a la lucha de ideas, a la identificación con las causas justas, a la paciente y laboriosa construcción del instrumento partidario; la otra, en cambio es auto referente, aspira a aprovechar la oportunidad electoral, es repentista y se consume en el presente. Pero por sobre todas las cosas, esta última opción es solitaria y simplificadora.

3.- El premio que recibían hace poco los que se retiraban del radicalismo para formar otros micro emprendimientos era grande, se llenaron de votos que no pudieron sustentar, menos aún pudieron construir partidos políticos respetables. Hoy, en cambio las tendencias cambiaron, se demandan partidos previsibles para llevar adelante las delicadas misiones políticas que vienen por delante. Hace falta la militancia de miles, para subsanar los desastres provocados por el poder concentrado de estos años.
Una figura favorita, equipos de gobierno de alquiler, legisladores contratados por agencias de colocaciones, no son nuestro proyecto, ni el de Cobos, ni el de nadie que tenga una concepción de la democracia como amplio programa de acción.

4.- La política contiene a la competencia, pero la lucha por el poder es tan compleja como la realidad del mundo en que vivimos, excede largamente las respetables idoneidades personales. Una campaña electoral eficiente consiste en tres meses para captar la atención de los votantes, no es la práctica política cotidiana. Construir un partido político fuerte, serio y representativo es más importante que ganar una carrera, porque ya hemos visto como nos va cuando no hay debate interno y los candidatos se consideran infinitamente más importantes que las organizaciones que los sustentan.

Para finalizar, diré que a los radicales nos toca reconstruir nuestro partido, desde cualquier lugar donde hayamos quedado luego de los tormentosos comienzos de la década. Si el Ingeniero Cobos, como dice la prensa se apresta a ser el fundador de otro partido político, se estaría equivocando, o por lo menos estaría transitando un camino que recorrieron muchos desde la última década del Siglo XIX. A ellos hay que buscarlos en la historia, no se encuentran con facilidad, fueron efímeros. La UCR, en cambio ha seguido siendo una referencia insoslayable de la política argentina y lo es hoy a pesar de que a muchos les convengan los candidatos inofensivos que solo existen en la “caja del living”.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Bolivia

La integridad territorial de Bolivia se encuentra cuestionada.
En efecto su régimen constitucional de carácter unitario parece insuficiente para contener la desigualdad de ingresos entre algunos territorios sumergidos y otros que viven una gran expansión económica provocada principalmente por los recursos naturales que disponen.
Basicamente el altiplano empobrecido con sus yacimientos minerales extenuados y una medialuna subtropical que recorre el país de Sur a Norte por el Este donde abunda el petróleo, el gas y el desarrollo.
Sin embargo una rápida mirada nos permite advertir que en el pasado fue a la inversa, que el Alto Perú estuvo basado en la impresionante riqueza minera del Cerro de Potosí, que los españoles agotaron mientras abusaban de la explotación de los indígenas. Que con posterioridad llegaron los Patiño, los barones del estaño que "reinaron" en Oruro, mientras una seguidilla de golpes militares garantizaba su sobrevivencia.
Que fracasaron las revoluciones agrarias impulsadas por el MNR en la década del 50, porque el dilema de la improductividad terminó con la preeminencia de la siembra de coca que multiplicaba varias veces el precio que los productores cobraban por la papa y los restantes cultivos convencionales.
Derrotados que fueron los militares en toda América, le tocó a la insegura democracia Boliviana ensayar las recetas neoliberales que hicieron estallar el sistema político. La democracia fue testigo de la licuación de los partidos tradicionales y las centrales obreras que habían protagonizado por años la vida polìtica del altiplano.
El emergente fue Evo Morales, su representación: los campesinos e indígenas postergados, fue la reivindicación del país profundo, de la mayoría que adquiría su propia voz. El contexto en apariencia favorable por la revalorización de los precios de las materias primas que produce Bolivia, permitía pronósticos optimistas. Sin embargo un estado débil y una nación fragmentada alumbraron una crisis sin precedentes que contiene todos los elementos para constituir una grave preocupación.
Nada falta: tensiones separatistas, fragilidad institucional, reformas constitucionales plesbicitadas por el gobierno, y un enorme interés de la región por los tesoros que alberga su subsuelo. Disponer de abundantes recursos energéticos es muy ventajoso en años de escasez pero al mismo tiemo puede resultar peligroso por las consecuencias locales y regionales de la súbita riqueza. Brasil es propietario de yacimientos y gasoductos, Venezuela tironea hacia el Alba (la asociación con Cuba), Chile y Perú son rivales históricos con importantes conflictos limítrofes y Argentina con años de política exterior de baja intensidad, configuran un panorama poco esperanzador.
Por eso hoy más que nunca hay que machacar sobre los conceptor más simples y profundos: Respeto a la ley de la mayoría que representa el presidente Morales, respeto a las reglas constitucionales y republicanas y principalmente garantía irrestricta a la integridad territorial de nuestro vecino. Hay que condenar la libanización y el segregacionismo y hay que tomar compromiso solidario con la estabilidad de la región.
El simplismo miope, mira desde la Argentina hacia el noroeste pensando en la provisión de gas. Sin embargo, la agenda es más rica y compleja: contiene problemas migratorios, ambientales, de lucha contra el tráfico ilícito de estupefacientes, de cooperación en el control del espacio aéreo y la administración de fronteras conflictivas.
Nuestro gobierno, como casi siempre, está ausente sin aviso, es la diplomacia brasilera la que tomó a su cargo acompañar con responsabilidad la estabilidad de nuestro vecino.

lunes, 15 de septiembre de 2008

La justicia y la política

Cuando los funcionarios son acusados de cometer actos de corrupción, invocan el principio de inocencia y dicen: "esperemos que se expida la justicia".
Cuando un Ministro no quiere reprimir una protesta que le resulta favorable dice: "ningún Juez ordenó la acción policial"; cuando en cambio la movilización le resulta inconveniente dice: "la policía debió restablecer el órden, pasamos las actuaciones a la justicia competente".
Cuando un diputado abomina de una medida de gobierno, denuncia a los funcionarios por haber cometido delitos y los querella.
Cuando se les reprocha que Antonini Wilson salió del país dicen: "la justicia lo permitió", cuando quieren desprestigiar los dichos de los testigos en el Juicio que se lleva a cabo en EEUU dicen: "defendemos la justicia argentina".
La Justicia, entonces dejó de ser un sustantivo esencial para convertirse en un adjetivo de conveniencia.
Mucho se ha escrito sobre la independencia y la imparcialidad de los jueces, admitamos que es un valor entendido en nuestra sociedad. También mucho se ha escrito sobre el peligro que entraña el gobierno de los jueces, o sea que ellos deben interpretar y aplicar la Ley, no dictarla.
Pero lo que nunca se ha visto es que oficialistas y opositores pretendan hacer política colgados de los pantalones y/o polleras de los magistrados judiciales. Esto es inadmisible.
Sin embargo, cada vez más se judicializa la política.
Veamos: Un vecino, un periodista, un diputado, un ministro y un juez se expiden sobre un hecho.
Cada uno de ellos tomará los datos disponibles, los convertirá en información y sacará sus conclusiones.
El vecino con el fin de comunicar su opinion ciudadana resolverá aplaudir, protestar o cambiar su voto para la siguiente elección; el periodista luego de cerciorarse con dos fuentes y utilizando el verbo en modo potencial, lo publicará; el diputado mejorará sus iniciativas legislativas o ejercerá las potestades investigativas y de control que la constitución le asigna; el ministro incorporará sus conclusiones a la administración de su cartera y a los comportamientos de sus subordinados; el Juez, en cambio luego de que se cumplan todos los principios y garantías del procedimiento, decidirá si el acusado es culpable o inocente, es decir si va preso o permanece en libertad, o si los bienes reclamados pertenecen a éste o a aquel de los contendientes.
En nuestro cambalache, en cambio, todo se ha trastocado.
Si el financiamiento de la campaña es sospechoso, ¿que hay que esperar del Juez?, si Antonini Wilson es un declarado enemigo del Gobierno, asociado con potencias extranjeras que se ocupan de desestabilizar dos gobiernos sudamericanos, ¿Por qué se fue como Pancho por su casa luego de disfrutar de su condición de huesped oficial?
Me parece que ha llegado la hora de distinguir las cosas. Que los ciudadanos opinen lo que quieran de acuerdo con la información de que disponen, que los periodistas informen con responsabilidad, que los diputados pidan informes, interpelen, investiguen para proyectear las mejores leyes. Pero por favor que los Ministros
organicen las reparticiones a su cargo de manera inmediata, sin escudarse en lo que los jueces dijeron o dejaron de decir. Por definición el Juez recién actúa con posterioridad al delito, no podría hacerlo antes. Si debe hacerlo es porque algo no funciona, la policía está sin reglamento ni autoridad para impedir el daño y restablecer el orden, y nuestra Corte Suprema debe ocuparse de las jubilaciones y del saneamiento del Riachuelo frente a la morosa inacción del Gobierno.
Martín Fierro que como todos se acuerdan desconfiaba del Juez por sobrados motivos les diría que no lo menten tanto ni lo manoseen, porque la partida les puede salr tan mal como a él.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Otra vuelta de tuerca

La crisis financiera internacional que comenzó a mediados de 2007 con el problema de las hipotecas en EEUU no encuentra su piso. A pesar de haber leído varios titulares que anunciaban su final, sigue provocando importantes consecuencias con indudables repercusiones para la Argentina.

Dichas consecuencias son variadas y serían de bajo impacto si el gobierno nacional hubiera administrado con mayor responsabilidad los años de bonanza que se disiparon entre las nieblas que provocan la inflación, el abuso de los subsidios y el cortoplacismo.

Parece una marca indeleble del peronismo: sacrificar el futuro en el altar del presente. Sin apreciar que el presente se esfuma cuando las señales para el futuro no resultan consistentes, o al menos todo lo consistente que los mercados reclaman.

La verdad sobre el conflicto con el campo quedó en la penumbra: El gobierno necesitaba más dinero para atender sus compromisos financieros del 2008, es decir la caja no era tan robusta como la pintaban. Entonces comienza la lógica de la crisis y los famosos círculos viciosos. Los economistas exigen al gobierno políticas que den confianza para lo cual habría que disminuir los subsidios y aumentar los precios y tarifas con lo cual aumentaría la inflación. Los industriales reclaman mayor protección cambiaria, lo que aumentaría los precios de las importaciones y ello redundaría también en mayor inflación. Los mismos dilemas se multiplican en cada una de las acciones posibles. El país ha cambiado súbitamente. Se parece más al que conocimos antes, el gobierno tendrá que sacar tarjetas amarillas y rojas, deberá decir que no, algo que no hizo en los últimos cinco años, en que pudo satisfacer todas y cada una de las demandas que afloraron a la superficie de la sociedad.

¿Podrán, sabrán, querrán? Este es el problema, pues quienes queremos firmemente que la presidenta termine su mandato en una Argentina que por lo menos vaya tan bien como Uruguay, Chile y Brasil, estamos azorados por la pérdida vertiginosa de poder, prestigio e idoneidad del gobierno para encarar esta coyuntura. Nada parece salir bien, bonos a Chaves y papelón financiero, pago unilateral al Club de París en actitud de fortaleza y todos lo consideraron un gesto de debilidad. De modo que el gobierno se exhibe con flaquezas para encontrar un rumbo y la coalición política que le dio el impresionante triunfo electoral del año pasado se encuentra resquebrajada y en franco retroceso.

Enfrente solo se encuentra el Radicalismo y su diáspora de votantes y dirigentes. La fortaleza de este partido, sus estilos, valores, programa y organización son el único antídoto para evitar que el peronismo como el ave fénix vuelva a travestirse a sí mismo y las conocidas estructuras sindicales y políticas cambien de rubro y se presenten como nuevos salvadores de la patria. Siempre como si nada hubieran tenido que ver con la etapa anterior, peor aún, considerando que los gobiernos anteriores que integraron y apoyaron fueron lo contrario de lo que ahora proponen. ¿Nunca se preguntaron la razón por la cual las estrellas del firmamento Kirchnerista nunca nos explicaron por que apoyaron con el mismo fervor a Menem y a Duhalde? Pues la respuesta es simple: Porque lo mismo hizo su actual jefe sin empacho alguno.

Ahora bien entre el defecto oportunista de quienes impunemente predican lo opuesto a lo que sostenían ayer, y las tendencias autodestructivas de los radicales que empleamos la mitad del tiempo en disculpar nuestros errores, resaltando en mordaces luchas internas los defectos de nuestros correligionarios hasta inutilizarlos como actores políticos, hay una distancia que se debe transitar con sensatez.

Debemos dejar de ser nuestros principales enemigos, recuperando un espíritu de cuerpo indispensable para luchar por el poder y servir a la nación. Debemos mejorar la organización partidaria para que pueda ser anfitriona de los que se fueron desde 1995.

Debemos abandonar los localismos políticos que esterilizan la acción nacional del partido; nuestros candidatos a gobernadores e intendentes comprenderán pronto que nada mejor para potenciar sus candidaturas locales que un partido nacional que tenga respuesta para los grandes problemas nacionales y se enriquezca con la representatividad insuperable de nuestra valiosa militancia desplegada en todo el territorio del país.

martes, 9 de septiembre de 2008

¿2009 vs. 2011?

Mucho se ha dicho sobre la importancia de las elecciones de renovación parlamentaria del año próximo.  Es posible que el gobierno nacional tenga dificultades para revalidar sus títulos mayoritarios luego de las tormentas de los últimos meses.  El concepto más difundido es que cuando las elecciones son de medio término, deben aprovecharse como una primaria abierta de la oposición.  Es decir que se debe propender a que las diversas expresiones políticas concurran a la elección con sus propias banderas y listas para competir entre sí y de ese modo facilitar los criterios que permitan eventuales asociaciones por afinidad para la elección presidencial.
Sin embargo, nos encontramos frente a un problema mayor:  Nuestras vecindades políticas se encuentran abrumadas por un gobierno que ha extraviado el rumbo y nos demandan rápidas respuestas.  Es decir reclaman la rápida organización de un proyecto que sea alternativa de poder en el 2011, para ello aspiran a que las expresiones políticas no peronistas, sean capaces de unificarse para dar una batalla electoral común.   Este pedido responde a la lógica de la situación política, sin embargo presenta algunas dificultades.
Las fuerzas que integran la oposición compiten por los mismos votantes, en su mayoría provenientes de las hoy menguadas filas de las coaliciones triunfantes en 1983 y 1999.  Dicha competencia estuvo signada por la capacidad de sus líderes para presentarse como diferentes a los restantes integrantes del partido que derrotó al Justicialismo en ambas oportunidades; sin perjuicio de las altas responsabilidades que pudieron haber tenido en los respectivos gobiernos, se diferenciaron y lograron que los vasos comunicantes del voto popular les otorgaran una importante representación.  Pero los éxitos electorales que obtuvieron, fueron victorias a lo Pirro, que se convirtieron en derrotas cuando fueron incapaces de organizar fuerzas políticas competentes.  En efecto, perdieron en la política real el terreno conquistado en las urnas: renuncias a las bancas y a los partidos que fundaron, pérdida de decenas de legisladores que cargaron sus bancas en el equipaje y partieron hacia otros rumbos, son algunas señales que demuestran que dichos proyectos fracasaron a la hora de la vertebración de partidos previsibles y eficaces para representar la sociedad.  Prueba de ello es el debate sobre las retenciones al sector agropecuario, que tuvo en las bancadas del partido radical la columna vertebral de la representación política y es precisamente en la UCR donde radican las esperanzas populares de contar con un Congreso que contenga el avasallamiento de las instituciones y las atropelladas del gobierno nacional.
Paradojal pero indiscutible es la circunstancia que se produjo en estos meses.  Después de años de funcionar como escribanía del poder de turno, el congreso estuvo a la altura de los acontecimientos y se plantó ante el poder ejecutivo despertando las esperanzas de amplias capas de la población que se sintieron representadas y apreciaron como funciona una República.
Las elecciones del año próximo son de renovación parlamentaria y en eso reside la fortaleza de nuestra propuesta.  De nuestra sensatez depende la presentación de una oferta electoral atractiva cuyos candidatos se consideren integrantes de una colectividad política amplia, pero comprometidos con fines superiores de realización del ideal de justicia. 
Basta de liderazgos providenciales y salvadores, basta de profetas del aislamiento, basta de dirigentes que se esfuerzan en someter el partido a sus fines personales.  
Ahora llegó el momento de poner en valor nuestra herramienta, la UCR; pero ello depende del comportamiento de cada uno de nosotros, hay que romper la falsa ilusión de que hay dueños de la verdad, hemos probado de todo en los largos años en que sufrimos la incompresión popular.
El momento actual nos convoca a todos en la empresa superior de reconstruir la coalición social y política del 83.  Nuestros votantes cambiaron muchas veces su voto desde que comenzara la diáspora en 1995, pero sembraron esperanzas y cosecharon decepciones.  Así es que debemos dirigirnos a ellos con respeto, sin aullidos, en voz tan baja como firme.  Ellos también necesitan de la salud política y de la fortaleza de la UCR.  
Estos son los materiales con que debemos pavimentar el camino para el 2011.  Si no hay una recuperación significativa de la votación radical en el primer turno de 2009, la elección presidencial se alejará irremediablemente.  No nos embarullemos cuando nos pidan el nombre del candidato, faltan años para eso, surgirá del calor de la lucha de este tiempo difícil de los próximos años.  Llamemos a descreer de las estrellas fugaces que hoy son rutilantes y mañana se deprimen y renuncian, convoquemos a la edificación de una organización política sólida, capaz de gobernar, de llevar a cabo con sensatez las mediaciones sociales y de conducir a mejor destino a un país complejo, grande, plagado de carencias y de desigualdades.
Transitemos el camino de la política popular, de la militancia, de la representación de sectores sociales vastos y heterogéneos, esa es nuestra fortaleza.  Quienes abandonan la acción política en el seno de los sectores populares, podrán cosechar prestigios dudosos y efímeros, pero está muy claro que renuncian por anticipado a la lucha por el poder.    

lunes, 8 de septiembre de 2008

Los dilemas del Panradicalismo

Cuando comencé a militar, luego del derrocamiento de Illía, no todas eran mieles en la vida del partido. Por el contrario, los reproches estaban a la órden del día y en medio de la "expectativa esperanzada" con Onganía a la que había convocado el Peronismo, la resurrección partidaria parecía una misión imposible.
Nuestra subcultura UCRP, estaba marcada por la lucha contra nuestros primos de la UCRI: Los Frondicistas en sus diversas variantes. Tan lejos llegaba esa convicción que el adjetivo Frondicista era considerado una insultante apreciación sobre las condiciones de quien lo merecía, ya se tratara de los principales líderes o del médico del pueblo que se había entusiasmado con el desarrollismo.
En esos debates anduvimos hasta que para "recuperar la vocación mayoritaria del radicalismo", recién en 1983, logramos colectar la totalidad del espectro radical. No hubo reproches ni autocríticas, primó el respeto a la prioridad absoluta. Un radicalismo dividido aseguraba el triunfo del justicialismo, la vigencia de la autoamnistía que se habían regalado los militares en retirada y la gobernación de la Provincia de Buenos Aires para Herminio Iglesias.
No es verdad que la historia se repite, pero si es fácil detectar la calidad de los debates políticos. Hay debates creativos, llenos de riqueza conceptual y también los hay obvios, aburridos y decadentes.
La coalición del 83 se fue desgajando, primero fueron pequeñas grietas y luego se abrieron las compuertas que arrastraron primero los votantes y después los dirigentes. Hoy tenemos el deber de reconvertir nuestro partido en una herramienta útil para luchar por el poder, ese es el reclamo de nuestros compatriotas.
El fracaso de la Alianza con el Frepaso no nos excusa de la falta de consistencia del gobierno del 99, pero sí demuestra que el camino que parece más sencillo no es el que sirve: Una asociación electoral que realice una suma algebraica de partidos opositores con el radicalismo actual, será una nueva frustración. En efecto, el momento de coaligar opositores llegará, pero será exitoso recién después que los radicales unidos podamos constituirnos en una fuerza arrolladora e imparable que sea capaz de enfrentar al peronismo en toda la geografía humana del país.
Esa es la próxima empresa relevante, la que puede marcar con tinta indeleble nuestra historia. No se trata de la empresa que permita a respetables biografías conquistar bancas en la próxima elección de renovación parlamentaria, sino la que interprete las actuales necesidades políticas del pueblo argentino.
El imperativo del 2008 es conjugar los verbos del diálogo y de la tolerancia. Abandonar el deporte de la confrontación interna, principalísima causa de nuestras desgracias. Ser capaces de apreciar donde se encuentra el oponente, adquirir la más elemental de las sabidurías que es la capacidad de lograr que lo accesorio siga la suerte de lo principal.
En los tiempos recientes el que se alejaba del radicalismo, tenía premios e incentivos, en la actualidad, en cambio, podría ser al revés. De nosotros depende.