miércoles, 17 de septiembre de 2008

Bolivia

La integridad territorial de Bolivia se encuentra cuestionada.
En efecto su régimen constitucional de carácter unitario parece insuficiente para contener la desigualdad de ingresos entre algunos territorios sumergidos y otros que viven una gran expansión económica provocada principalmente por los recursos naturales que disponen.
Basicamente el altiplano empobrecido con sus yacimientos minerales extenuados y una medialuna subtropical que recorre el país de Sur a Norte por el Este donde abunda el petróleo, el gas y el desarrollo.
Sin embargo una rápida mirada nos permite advertir que en el pasado fue a la inversa, que el Alto Perú estuvo basado en la impresionante riqueza minera del Cerro de Potosí, que los españoles agotaron mientras abusaban de la explotación de los indígenas. Que con posterioridad llegaron los Patiño, los barones del estaño que "reinaron" en Oruro, mientras una seguidilla de golpes militares garantizaba su sobrevivencia.
Que fracasaron las revoluciones agrarias impulsadas por el MNR en la década del 50, porque el dilema de la improductividad terminó con la preeminencia de la siembra de coca que multiplicaba varias veces el precio que los productores cobraban por la papa y los restantes cultivos convencionales.
Derrotados que fueron los militares en toda América, le tocó a la insegura democracia Boliviana ensayar las recetas neoliberales que hicieron estallar el sistema político. La democracia fue testigo de la licuación de los partidos tradicionales y las centrales obreras que habían protagonizado por años la vida polìtica del altiplano.
El emergente fue Evo Morales, su representación: los campesinos e indígenas postergados, fue la reivindicación del país profundo, de la mayoría que adquiría su propia voz. El contexto en apariencia favorable por la revalorización de los precios de las materias primas que produce Bolivia, permitía pronósticos optimistas. Sin embargo un estado débil y una nación fragmentada alumbraron una crisis sin precedentes que contiene todos los elementos para constituir una grave preocupación.
Nada falta: tensiones separatistas, fragilidad institucional, reformas constitucionales plesbicitadas por el gobierno, y un enorme interés de la región por los tesoros que alberga su subsuelo. Disponer de abundantes recursos energéticos es muy ventajoso en años de escasez pero al mismo tiemo puede resultar peligroso por las consecuencias locales y regionales de la súbita riqueza. Brasil es propietario de yacimientos y gasoductos, Venezuela tironea hacia el Alba (la asociación con Cuba), Chile y Perú son rivales históricos con importantes conflictos limítrofes y Argentina con años de política exterior de baja intensidad, configuran un panorama poco esperanzador.
Por eso hoy más que nunca hay que machacar sobre los conceptor más simples y profundos: Respeto a la ley de la mayoría que representa el presidente Morales, respeto a las reglas constitucionales y republicanas y principalmente garantía irrestricta a la integridad territorial de nuestro vecino. Hay que condenar la libanización y el segregacionismo y hay que tomar compromiso solidario con la estabilidad de la región.
El simplismo miope, mira desde la Argentina hacia el noroeste pensando en la provisión de gas. Sin embargo, la agenda es más rica y compleja: contiene problemas migratorios, ambientales, de lucha contra el tráfico ilícito de estupefacientes, de cooperación en el control del espacio aéreo y la administración de fronteras conflictivas.
Nuestro gobierno, como casi siempre, está ausente sin aviso, es la diplomacia brasilera la que tomó a su cargo acompañar con responsabilidad la estabilidad de nuestro vecino.

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