lunes, 8 de septiembre de 2008

Los dilemas del Panradicalismo

Cuando comencé a militar, luego del derrocamiento de Illía, no todas eran mieles en la vida del partido. Por el contrario, los reproches estaban a la órden del día y en medio de la "expectativa esperanzada" con Onganía a la que había convocado el Peronismo, la resurrección partidaria parecía una misión imposible.
Nuestra subcultura UCRP, estaba marcada por la lucha contra nuestros primos de la UCRI: Los Frondicistas en sus diversas variantes. Tan lejos llegaba esa convicción que el adjetivo Frondicista era considerado una insultante apreciación sobre las condiciones de quien lo merecía, ya se tratara de los principales líderes o del médico del pueblo que se había entusiasmado con el desarrollismo.
En esos debates anduvimos hasta que para "recuperar la vocación mayoritaria del radicalismo", recién en 1983, logramos colectar la totalidad del espectro radical. No hubo reproches ni autocríticas, primó el respeto a la prioridad absoluta. Un radicalismo dividido aseguraba el triunfo del justicialismo, la vigencia de la autoamnistía que se habían regalado los militares en retirada y la gobernación de la Provincia de Buenos Aires para Herminio Iglesias.
No es verdad que la historia se repite, pero si es fácil detectar la calidad de los debates políticos. Hay debates creativos, llenos de riqueza conceptual y también los hay obvios, aburridos y decadentes.
La coalición del 83 se fue desgajando, primero fueron pequeñas grietas y luego se abrieron las compuertas que arrastraron primero los votantes y después los dirigentes. Hoy tenemos el deber de reconvertir nuestro partido en una herramienta útil para luchar por el poder, ese es el reclamo de nuestros compatriotas.
El fracaso de la Alianza con el Frepaso no nos excusa de la falta de consistencia del gobierno del 99, pero sí demuestra que el camino que parece más sencillo no es el que sirve: Una asociación electoral que realice una suma algebraica de partidos opositores con el radicalismo actual, será una nueva frustración. En efecto, el momento de coaligar opositores llegará, pero será exitoso recién después que los radicales unidos podamos constituirnos en una fuerza arrolladora e imparable que sea capaz de enfrentar al peronismo en toda la geografía humana del país.
Esa es la próxima empresa relevante, la que puede marcar con tinta indeleble nuestra historia. No se trata de la empresa que permita a respetables biografías conquistar bancas en la próxima elección de renovación parlamentaria, sino la que interprete las actuales necesidades políticas del pueblo argentino.
El imperativo del 2008 es conjugar los verbos del diálogo y de la tolerancia. Abandonar el deporte de la confrontación interna, principalísima causa de nuestras desgracias. Ser capaces de apreciar donde se encuentra el oponente, adquirir la más elemental de las sabidurías que es la capacidad de lograr que lo accesorio siga la suerte de lo principal.
En los tiempos recientes el que se alejaba del radicalismo, tenía premios e incentivos, en la actualidad, en cambio, podría ser al revés. De nosotros depende.

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