Después de más de cuatro años sin ocuparse del
asunto, llegó para la AFSCA el momento de dar impulso a la televisión digital.
La cercanía del plazo de 2019 para dejar de emitir en el antiguo sistema
analógico y la inminencia acuciante del cambio de gobierno en 2015,
precipitaron en las últimas dos semanas decisiones adoptadas a las apuradas
para implementar un plan de migración a la tv digital con obligaciones
impuestas por la Ley de Medios tan celebrada como incumplida.
Se percibe una cierta frustración y languidez
en la cruzada “desmonopolizadora” y una necesidad de llevar alguna ofrenda al
altar del cuarto aniversario de una norma tan idolatrada como denostada que
hasta el presente se mostró incompetente
para concretar el cumplimiento de los fines que se propuso.
La televisión, como la recordamos quienes
tenemos más edad que los servicios de cable, era una pantalla lluviosa, de baja
definición que obligaba a piruetas en el techo para orientar la antena en
dirección a la emisora que queríamos ver con mayor nitidez. El campeonato mundial de fútbol de 1978
trajo el color (que en los hogares se comenzó a sintonizar desde 1980), ya
había antenas colectivas en los edificios de las grandes ciudades, y en ese
contexto cuatro o cinco canales en la capital y uno o dos en el interior
del país eran la fuente de información,
cultura, y entretenimiento.
En los ochenta, la irrupción de los servicios
de cable cambió totalmente el panorama. En los edificios porteños el conducto
que traía el cable desde la antena de la terraza, invirtió su sentido y trajo
un cable que era portador de señales electromagnéticas que nos permitían ver de
modo correcto y sin interferencias los canales de aire e infinitas señales y
sin darnos cuenta, todo cambió. Una
cuota mensual y el mundo en la pantalla.
Pero ese cable no fue el único, llegó otro que
nos conectó con internet y otro más, transfigurado que compitió con él: el
viejo cobre del teléfono. Enseguida servicios pagos que llegaban directamente
del satélite a un decodificador casero.
Donde el cable terminaba y raleaba el tejido urbano, aparecieron otros decodificadores terrestres que proveen
también televisión e internet. Luego llegó
la independencia del cable físico, y el WiFi nos liberó de los cables en
el hogar y en las plazas, y repentinamente las pantallas se unifican y la
computadora, el teléfono celular y el
televisor del living transmiten en simultáneo y esa explosión de todas las
pantallas en una, produce una revolución que proviene de las comunicaciones
pero impregna de manera impresionante la vida cotidiana.
Ahora estamos frente a una nueva posibilidad:
ver televisión abierta de altísima calidad, en
forma directa y gratuita, sin necesidad de cable, ni de pagar la cuota a ninguna empresa, en casa, en
los medios de transporte y en el celular. Esas son las prestaciones de la
televisión digital. Hará falta una importante inversión de los canales en
equipamiento para transmitir en digital y mayor cantidad de antenas
emisoras para garantizar la recepción en toda el área de cobertura. Recién entonces, cuando las familias
reemplacen los antiguos receptores analógicos, las emisiones completen su
digitalización y la cobertura se convierta en universal, los usuarios
dispondrán de un derecho más: podrán decidirse entre continuar con los
servicios pagos con señales abundantes o mudar a la televisión abierta
disponible en su lugar de residencia.
Párrafo aparte y pertinente es la incertidumbre que provoca la acelerada
difusión de la banda ancha y la abundancia de contenidos audiovisuales en la
web.
El Estado Nacional llevó a cabo una gran
inversión, presta el servicio de manera despareja en todo el país pero su
programación es tan sectaria como 6, 7 y 8. La TV digital hoy sólo sintoniza
los canales estatales y las señales afines al gobierno que emite sin matices
las mismas noticias todo el tiempo, y se encuentran en abierta violación a la
ley vigente. Machacan oficialismo mientras reciben indiferencia y bajo encendido.
Hace unos años cuando el actual vicegobernador
de la Provincia de Buenos Aires era el titular de la Afsca, se convocó a un
concurso para más de doscientas frecuencias de televisión digital y fracasó. Se
prometía diversidad y nuevos emisores, para lo cual se ofrecían segmentos de
canales radioeléctricos con el estado como encargado de la transmisión.
Ahora se propone un sistema diferente: Un
licenciatario de TV abierta al que se lo califica de “obligado” será responsable de transmitir su
programación digital y la de otros. Estos últimos, llamados “vinculados” compartirán
su canal en otros segmentos disponibles y alcanzarían idéntica cobertura. Esta
solución, aunque difícil de implementar, merece mi aprobación porque aunque el
Estado disponga de recursos no sectarios para transmitir, la inversión
necesaria para que los canales cabecera (u obligados) transmitan su propia
programación se encuentra a su alcance y de hecho se está ya produciendo de
manera experimental.
Sin embargo, el procedimiento adoptado por la
mayoría oficialista del Directorio de la AFSCA para analizar y tomar las
decisiones tendientes a implementar el nuevo sistema de televisión digital
conserva la impronta prepotente de la conducción del gobierno. En efecto,
durante meses desoyeron los pedidos de urgente tratamiento y aprobación del
Plan Técnico de Frecuencias de Televisión Digital, formulados por los
Directores representantes de la minoría parlamentaria, no obstante haber
vencido largamente los plazos de la ley de medios. Dicho plan que debe ser Nacional permitiría
conocer el mapa de las frecuencias disponibles. Transcurridos cinco años desde la creación
del Sistema Argentino de Televisión Digital Terrestre, repentinamente, en
soledad y “ab referendum” del Directorio, el Presidente Sabbatella avanza en el
camino de poner en marcha su proyecto de Plan Nacional de Servicios de
Comunicación Audiovisual Digitales, para lo cual, con una celeridad que afecta
a un amplio y reflexivo tratamiento del tema más importante de los medios
audiovisuales para los próximos años, convoca a una audiencia pública –en el
mínimo plazo autorizado- que le permita convalidar sus decisiones mediante el Decreto
Presidencial respectivo. En ese Plan se fijan las condiciones para que los
actuales titulares de licencias de TV abierta que transmiten en analógico se
reconviertan a la nueva tecnología antes del 2019.
El Plan del gobierno para la migración a la TV
digital, asume la escasez de frecuencias en el Area Metropolitana Buenos Aires (compartidas
obligatoriamente con el Uruguay) como una regla exportable al resto del país,
lo que constituye un grave error técnico y político. Es llamativa la ausencia
de un programa de recuperación de frecuencias dispuestas con anterioridad para otros fines, lo que permite predecir que
la escasez de espacio y los compromisos con frecuencias autorizadas por este
mismo gobierno a entes públicos y educativos en todo el territorio nacional no
permite predecir con optimismo que se producirán incorporaciones a la pantalla
de los esperados nuevos actores entre los que se cuentan las Universidades
Nacionales y las organizaciones sin fines de lucro. Un cierto grado de escepticismo es provocado
por la improvisación respecto de las tan ansiadas novedades que se prometieron
con motivo del debate sobre la Ley de Medios Audiovisuales
La mayoría oficialista en Afsca, aprobó en el
Directorio una llamada “Norma Nacional de Servicios para el Servicio de
Comunicación Audiovisual de la Televisión Digital Terrestre” que en sus 11
artículos deja más interrogantes que certezas sobre las modalidades operativas
del servicio y finalmente otorga a la autoridad de aplicación facultades
discrecionales que someten a los futuros prestadores al sometimiento a la
administración.
La norma técnica elegida por la República
Argentina, ISDB-T, tiene ciertas fortalezas que no se encuentran explotadas por
la normativa en camino de aprobarse sin el debido análisis técnico. Una de
ellas es el one-seg: Este segmento estrecho del canal radioeléctrico se
encuentra previsto para que cada canal emita una programación destinada a
dispositivos portables, típicamente celulares inteligentes. Ellos reciben la programación comprimida y
formateada para que los dispositivos puedan captarla sin consumo de pulsos
telefónicos, ni bytes de internet. Este
servicio solamente podrá ser utilizado por los actuales canales analógicos,
obligándolos a emitir por ese canal diferente los mismos contenidos que en
la televisión convencional. Esto
contradice la promoción de nuevos contenidos y el desarrollo de nuevos oficios
y actividades en la industria audiovisual, así como nos aleja de niveles más
altos de interacción entre los usuarios y los medios de comunicación.
Sin pretender agotar la problemática y mientras
se postergan sine die las
adecuaciones a la Ley, debo lamentar en
público la estrechez de la conducción del Afsca que lejos de comprometerse
seriamente con el objetivo de inaugurar en Argentina un servicio de televisión
digital terrestre, sólo busca una guirnalda para adornar el festival con que el
10 de octubre pretenden festejar el quinto cumpleaños de una ley que no termina
de nacer.
por Marcelo Stubrin
Director AFSCA
Una versión comprimida fue publicada en El Cronista del 30/09/2014