jueves, 1 de mayo de 2014

¿QUE ES LA POLITICA?

Ayer, hoy y mañana


Año 7. Edición número 308. Domingo 13 de Abril de 2014
Definiciones abundan y son accesibles para todos. Prácticas ejemplares escasean, por lo tanto vale la pena invitarlos a realizar una expedición a lo desconocido, un largo viaje que comienza en las sociedades primitivas y marcha plagado de incógnitas hacia el futuro.
Comenzó, este viaje, cuando el jefe de la tribu abusó por primera vez del poder que detentaba y alguien se rebeló, lo enfrentó y pugnaron. Una relación de mando y obediencia donde dos fuerzas desiguales y opuestas por el vértice pretendían mantener, cambiar o extinguir el poder que el Jefe había conquistado. Esa pudo haber sido la primera acción política. Ahí comenzó una larga marcha de miles de años, poblada de injusticias y esperanzas.
En ella, simplificando, hay un curso civilizatorio. Cada vez hubo más derechos y menos arbitrariedad. Pero no fueron lineales los avances, hubo gigantescos retrocesos como los del sangriento siglo XX en el que frente al estupor de un mundo orgulloso de sí mismo campearon las guerras, matanzas y salvajismos en la mayor parte del planeta.
Si estas líneas fueran una ópera, haría una obertura introductoria que termina el 10 de diciembre de 1983. Hasta entonces, frente al autoritarismo dominante, la política se define como lucha, rebeldía, revolución, cambio de régimen.
En la democracia, en cambio, predominan otros conceptos como diálogo, consenso, legalidad, instituciones.
La primera etapa de este viaje simbólico, conducida por Alfonsín, pudo demostrar que la dictadura se había ido para siempre y que una democracia republicana era posible en un país ensangrentado y rodeado de regímenes militares. Devolver los militares a su lugar, juzgarlos con las herramientas del derecho positivo, asegurar la paz con Chile, arbitrar el conflicto social, abrir la universidad, garantizar la independencia de los poderes: estos fueron los temas de época, una agenda exitosa que cumplió su cometido. Fue una Argentina rebelde y disconforme con el mundo y sus desigualdades que con modestia y energía se plantó frente a Reagan y el sistema financiero internacional. Pero el escenario económico impregnado de deuda externa, marcado deterioro de los términos del intercambio y demandas sociales insatisfechas, produjo un traumático final.
El paso siguiente fue peronista, contradictorio y con ritmos de farsa. Amagaron populismo y se adaptaron al mundo para convertirse en los mejores alumnos del modelo imperante. Conjugaron “apertura económica”, “convertibilidad”, “atraso cambiario”, “privatizaciones” y “corrupción”. Alardearon en campaña con nacionalismo malvinero y se convirtieron en aliados de la OTAN. El poder se ejerció optimizando el presente, con bajo compromiso con las consecuencias futuras de las acciones actuales. Como si fuera una constante del modo peronista de producción política, los tiempos buenos se consumen con las glorias de hoy con un cierto desparpajo sobre las consecuencias. Así fue que las medidas que debían adoptarse a mediados de la década se difirieron hasta el infinito. La explosión detonó durante el gobierno siguiente, pero la trama era la misma. Convertibilidad a ultranza como única respuesta. La política en esta etapa del viaje consistía en liderazgos que dejaran a los mercados y empresarios trabajar sin cortapisas, la riqueza ya iba a derramar. Y no derramó. Al contrario, el desenlace estremeció el país, disolvió su sistema de partidos y sumió en la pobreza a muy amplias capas de la población.
Pero la tormenta cesó y en la estación siguiente nos esperaba una prosperidad impensada, provocada por una combinación virtuosa de crecimiento exponencial de la demanda mundial de nuestros productos y de las capacidades productivas que ciertos sectores de la economía venían incubando laboriosamente a pesar del Estado y de las políticas públicas.
Le tocó a Néstor Kirchner –en esta etapa– conducir las dos naves insignias, la del Estado y la del peronismo. Ahí se produjo otra mutación, fuimos ricos, algo dispendiosos y gozamos excedentes presupuestarios, financieros y de comercio. Hubo un relato, no muy verdadero pero bien cantado. Los personajes idénticos, los argumentos diferentes, la imprevisión de siempre, el goce del poder que se consume hoy con desinterés por las consecuencias intertemporales. Pero el ciclo fue más largo de lo previsto, y ahora hay que corregir, nadie quiso ni pudo echarlos, así que ahora llegó la austeridad, que es como llaman en Europa al ajuste.
Lo que se conjuga para el reemplazo es “gestión”, “necesidades de la gente”, “comunicación”. Un conjunto de líderes adaptativos sin partido, lealtades, ideas ni programas, todos surgidos de las entrañas del Gobierno, del cual fueron sus mejores espadas.
Frente a todos ellos, una esperanza: algunos partidos políticos argentinos compatibles entre sí tienen coincidencias, programa, candidatos experimentados y un método: Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Pronto sabremos qué se conjuga en esa prometedora coalición, y quién será el conductor del navío en esta etapa del viaje. Lo que más hace falta es decencia personal y política para que las glorias de hoy sirvan mañana.
*Dirigente Unión Cívica Radical. Integrante del Directorio Afsca

QUE ES LA POLÍTICA? Publicado en Miradas al Sur

Definiciones abundan y son accesibles para todos. Prácticas ejemplares escasean, por lo tanto vale la pena invitarlos a realizar una expedición a lo desconocido, un largo viaje que comienza en las sociedades primitivas y marcha plagado de incógnitas hacia el futuro.
Comenzó, este viaje, cuando el jefe de la tribu abusó por primera vez del poder que detentaba y alguien se rebeló, lo enfrentó y pugnaron. Una relación de mando y obediencia donde dos fuerzas desiguales y opuestas por el vértice pretendían mantener, cambiar o extinguir el poder que el Jefe había conquistado. Esa pudo haber sido la primera acción política. Ahí comenzó una larga marcha de miles de años, poblada de injusticias y esperanzas.
En ella, simplificando, hay un curso civilizatorio. Cada vez hubo más derechos y menos arbitrariedad. Pero no fueron lineales los avances, hubo gigantescos retrocesos como los del sangriento siglo XX en el que frente al estupor de un mundo orgulloso de sí mismo campearon las guerras, matanzas y salvajismos en la mayor parte del planeta.
Si estas líneas fueran una ópera, haría una obertura introductoria que termina el 10 de diciembre de 1983. Hasta entonces, frente al autoritarismo dominante, la política se define como lucha, rebeldía, revolución, cambio de régimen.
En la democracia, en cambio, predominan otros conceptos como diálogo, consenso, legalidad, instituciones.
La primera etapa de este viaje simbólico, conducida por Alfonsín, pudo demostrar que la dictadura se había ido para siempre y que una democracia republicana era posible en un país ensangrentado y rodeado de regímenes militares. Devolver los militares a su lugar, juzgarlos con las herramientas del derecho positivo, asegurar la paz con Chile, arbitrar el conflicto social, abrir la universidad, garantizar la independencia de los poderes: estos fueron los temas de época, una agenda exitosa que cumplió su cometido. Fue una Argentina rebelde y disconforme con el mundo y sus desigualdades que con modestia y energía se plantó frente a Reagan y el sistema financiero internacional. Pero el escenario económico impregnado de deuda externa, marcado deterioro de los términos del intercambio y demandas sociales insatisfechas, produjo un traumático final.
El paso siguiente fue peronista, contradictorio y con ritmos de farsa. Amagaron populismo y se adaptaron al mundo para convertirse en los mejores alumnos del modelo imperante. Conjugaron “apertura económica”, “convertibilidad”, “atraso cambiario”, “privatizaciones” y “corrupción”. Alardearon en campaña con nacionalismo malvinero y se convirtieron en aliados de la OTAN. El poder se ejerció optimizando el presente, con bajo compromiso con las consecuencias futuras de las acciones actuales. Como si fuera una constante del modo peronista de producción política, los tiempos buenos se consumen con las glorias de hoy con un cierto desparpajo sobre las consecuencias. Así fue que las medidas que debían adoptarse a mediados de la década se difirieron hasta el infinito. La explosión detonó durante el gobierno siguiente, pero la trama era la misma. Convertibilidad a ultranza como única respuesta. La política en esta etapa del viaje consistía en liderazgos que dejaran a los mercados y empresarios trabajar sin cortapisas, la riqueza ya iba a derramar. Y no derramó. Al contrario, el desenlace estremeció el país, disolvió su sistema de partidos y sumió en la pobreza a muy amplias capas de la población.
Pero la tormenta cesó y en la estación siguiente nos esperaba una prosperidad impensada, provocada por una combinación virtuosa de crecimiento exponencial de la demanda mundial de nuestros productos y de las capacidades productivas que ciertos sectores de la economía venían incubando laboriosamente a pesar del Estado y de las políticas públicas.
Le tocó a Néstor Kirchner –en esta etapa– conducir las dos naves insignias, la del Estado y la del peronismo. Ahí se produjo otra mutación, fuimos ricos, algo dispendiosos y gozamos excedentes presupuestarios, financieros y de comercio. Hubo un relato, no muy verdadero pero bien cantado. Los personajes idénticos, los argumentos diferentes, la imprevisión de siempre, el goce del poder que se consume hoy con desinterés por las consecuencias intertemporales. Pero el ciclo fue más largo de lo previsto, y ahora hay que corregir, nadie quiso ni pudo echarlos, así que ahora llegó la austeridad, que es como llaman en Europa al ajuste.
Lo que se conjuga para el reemplazo es “gestión”, “necesidades de la gente”, “comunicación”. Un conjunto de líderes adaptativos sin partido, lealtades, ideas ni programas, todos surgidos de las entrañas del Gobierno, del cual fueron sus mejores espadas.
Frente a todos ellos, una esperanza: algunos partidos políticos argentinos compatibles entre sí tienen coincidencias, programa, candidatos experimentados y un método: Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias. Pronto sabremos qué se conjuga en esa prometedora coalición, y quién será el conductor del navío en esta etapa del viaje. Lo que más hace falta es decencia personal y política para que las glorias de hoy sirvan mañana.
*Dirigente Unión Cívica Radical. Integrante del Directorio Afsca


El 1 de mayo José Martí y La Nación

Para la historia del periodismo

José Martí, el diario La Nación y el 1 de Mayo

El 1 de Mayo no es un feriado más ni una fiesta. Lo estableció la Internacional Socialista en 1889 como jornada universal por las 8 horas de trabajo y en homenaje a los llamados "mártires de Chicago", Engel, Spies, Parsons y Fischer, ahorcados el 11 de noviembre de 1887. El patriota y literato cubano, José Martí, como periodista cubrió la noticia y su nota fue publicada por el diario La Nación de Buenos Aires el 1 de enero de 1888 y este es su relato. 
José Martí / Escritor, poeta y político cubano
José Martí, el diario La Nación y el 1 de Mayo
«Y ya entrada la noche y todo oscuro en el corredor de la cárcel pintada de cal verdosa, por sobre el paso de los guardias con la escopeta al hombro, por sobre el voceo y risas de carceleros y periodistas, mezclado de vez en cuando a un repique de llaves, por sobre el golpeteo incesante del telégrafo que el Sun de Nueva York tenía establecido en el mismo corredor... por sobre el silencio que encima de todos esos ruidos se cernía, oíanse los últimos martillazos del carpintero en el cadalso. Al fin del corredor se levantaba el cadalso.

–Oh, las cuerdas son buenas: ya las probó el alcaide.

El verdugo habla, escondido en la garita del fondo, de las cuerdas que sujetan el pestillo de la trampa.

–La trampa está firme, a unos diez pies del suelo...

No; los maderos de horca no son nuevos; los han pintado de ocre para que parezcan bien en esta ocasión; porque todo ha de estar decente, muy decente... Sí, la milicia está a mano; y a la cárcel no se dejará acercar a nadie... De veras que Lingg era hermoso...

Risas, tabaco, brandy, humo que ahoga en sus celdas a los reos despiertos. En el aire espeso y húmedo chisporrotean, cocean, bloquean, las luces eléctricas. Inmóvil sobre la baranda de las celdas, mira al cadalso un gato... Cuando de pronto, una melodiosa voz, llena de fuerza y sentido, la voz de uno de estos hombres a quienes se supone fieras humanas, trémula primero, vibrante en seguida, pura y luego serena, como quien ya se siente libre de polvos y ataduras, resonó en la celda de Engel, que, arrebatado por el éxtasis, recitaba El tejedor, de Enrique Heine, como ofreciendo al cielo el espíritu, con los dos brazos en alto:

"Con los ojos secos, lúgubres, ardientes,
rechinando los dientes,
se sienta en su telar el tejedor;
¡Germania vieja, tu capuz zurcimos!
Tres maldiciones en la tela urdimos;
¡Adelante, adelante el tejedor!
Maldito el falso Dios que implora en vano
en invierno tirano
muerto de hambre el jayán en su obrador;
¡En vano fue la queja y la esperanza!
Al Dios que nos burló, guerra y venganza.
¡Adelante, adelante el tejedor!
¡Maldito el falso Rey del poderoso
cuyo pecho orgulloso
nuestra angustia mortal no conmovió!
¡El último doblón nos arrebata,
y como a perros luego el Rey nos mata!
¡Adelante, adelante el tejedor!
¡Maldito el falso Estado en que florece,
y como yedra crece
vasto y sin tasa el público baldón;
donde la tempestad la flor avienta
y el gusano con podre se sustenta!
¡Adelante, adelante el tejedor!
¡Corre, corre sin miedo, tela mía!
¡Corre bien, noche y día!
Tierra maldita, tierra sin honor,
con mano firme tu capuz zurcimos;
tres veces, tres la maldición urdimos:
¡Adelante, adelante el tejedor!'

Y rompiendo en sollozos, se dejó Engel caer sentado en su litera, hundiendo en las palmas el rostro envejecido. Muda lo había escuchado la cárcel entera, los unos como orando, los presos asomados a los barrotes, estremecidos los periodistas y los carceleros, suspenso el telégrafo, Spies a medio sentar, Parsons de pie en su celda, con los brazos abiertos, como quien va a emprender vuelo.

El alba sorprendió a Engel hablando entre sus guardas, con la palabra voluble del condenado a muerte, sobre lances curiosos de su vida de conspirador; a Spies, fortalecido por el largo sueño; a Fischer, vistiéndose sin prisa las ropas que se quitó al empezar la noche para descansar mejor; a Parsons, cuyos labios se mueven sin cesar, saltando sobre sus vestidos, después de un corto sueño histérico.

–¿Oh, Fischer, cómo puedes estar tan sereno, cuando el alcaide que ha de dar la señal de tu muerte, rojo por no llorar, pasea como una fiera de alcaidía?

–Porque –responde Fischer, clavando una mano sobre el brazo trémulo del guarda y mirándole de lleno en los ojos– creo que mi muerte ayudará a la causa con que me desposé desde que comencé mi vida, y amo más que a mi vida misma, la causa del trabajador; y porque mi sentencia es parcial, ilegal e injusta.

–Pero Engel, ahora que son las 8 de la mañana, cuando ya sólo te faltan dos horas para morir, cuando en la bondad de las caras, en el afecto de los saludos, en los maullidos lóbregos del gato, en el rastreo de las voces, y los pies, estás leyendo que la sangre se te hiela, ¿cómo no tiemblas, Engel?

–¿Temblar porque me han vencido aquéllos a quienes hubiera querido yo vencer? Este mundo no me parece justo; y yo he batallado, y batallado ahora con morir, para crear un mundo justo. ¿Qué me importa que mi muerte sea un asesinato judicial? ¿Cabe en un hombre que ha abrazado una causa tan gloriosa como la nuestra desear vivir cuando puede morir por ella? ¡No, alcaide, no quiero droga; quiero vino de Oporto!–. Y uno sobre otro, se bebe tres vasos...

Spies, con las piernas cruzadas, como cuando pintaba para el "Arbeiter Zeitung" el universo dichoso, color de llama y hueso, que sucedería a esta civilización de esbirros y mastines, escribe largas cartas, las lee con calma, las pone lentamente en sus sobres, y una y otra vez deja descansar la pluma para echar al aire, reclinado en su silla, como los estudiantes alemanes, bocanadas y aros de humo. ¡Oh Patria, raíz de la vida, que aun a los que te niegan por el amor más vasto a la Humanidad, acudes y confortas, como aire y como luz por mil medios sutiles! "Sí, alcaide –dice Spies–, beberé un vaso de vino del Rin".

Fischer, cuando el silencio comenzó a ser angustioso, en aquel instante en que en las ejecuciones como en los banquetes todos los concurrentes callan a la vez como ante solemne aparición, prorrumpió iluminada la faz por venturosa sonrisa, en las estrofas de La Marsellesa que cantó con la cara vuelta al cielo... Parsons, a grandes pasos mide el cuarto..., vuélvese hacia la reja..., gesticula, argumenta, sacude el puño alzado, y la palabra alborotada, al dar contra los labios, se le extingue como en la arena movediza se confunden y perecen las olas.

Llenaba de fuego el sol las celdas de los cuatro reos, cuando el ruido improviso, los pasos rápidos, el cuchicheo ominoso, el alcaide y los carceleros que aparecen a sus rejas, el color de la sangre que sin causa visible enciende la atmósfera, les anuncian lo que oyen sin inmutarse, ¡que es aquélla la hora!

Salen de sus celdas al pasadizo angosto. "¿Bien?". "¡Bien!". Se dan la mano, sonríen, crecen: "Vamos".

El médico les había dado estimulantes. A Spies y a Fischer les trajeron vestidos nuevos; Engel no quiere quitarse sus pantuflas de estambre. Les leen la sentencia a cada uno en su celda; les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero; les echan por sobre la cabeza, como la túnica de los catecúmenos cristianos, una mortaja blanca; abajo, la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso, ¡como en un teatro!

Ya vienen por el pasadizo de las celdas, a cuyo remate se levanta la horca; delante va el alcaide, lívido; al lado de cada reo marcha un corchete. Spies va a paso grave, desgarradores los ojos azules, hacia atrás el cabello bien peinado, blanco como su misma mortaja, magnífica la frente; Fischer le sigue, robusto y poderoso, enseñándose por el cuello la sangre pujante, realzados por el sudario los fornidos miembros. Engel anda detrás a la manera de quien va a una casa amiga, sacudiéndose el sayón incómodo con los talones. Parsons, como si no tuviese miedo a morir, fiero, determinado, cierra la procesión a paso vivo. Acaba el corredor, y ponen el pie en la trampa; las cuerdas colgantes, las cabezas erizadas, las cuatro mortajas.

Plegaria es el rostro de Spies; el de Fischer, firmeza; el de Parsons, orgullo rabioso; a Engel, que hace reír con un chiste a su corchete, se le ha hundido la cabeza en la espalda. Les atan las piernas, al uno tras el otro, con una correa. A Spies el primero, a Fischer, a Engel, a Parsons; les echan sobre la cabeza, como el apagavelas sobre las bujías, las cuatro caperuzas. Y resuena la voz de Spies, mientras está cubriendo la cabeza de sus compañeros, con un acento que a los que le oyen les entra en las carnes; "La voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora". Fischer dice, mientras el vigilante atiende a Engel: "Este es el momento más feliz de mi vida". "¡Hurra por la anarquía!", dice Engel, que había estado moviendo hacia el alcaide las manos amarradas bajo el sudario. "Hombres y mujeres de mi querida América...", empieza a decir Parsons... Una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen a la vez en el aire, dando vueltas y chocando. Parsons ha muerto al caer, gira de prisa, y cesa; Fischer se balancea, retiembla, quiere zafar del nudo el cuello entero, estira y encoge las piernas, muere; Engel se mece en su sayón flotante, le sube y baja el pecho como una marejada, y se ahoga; Spies, en danza espantable, cuelga girando como un saco de muecas, se encorva, se alza de lado, se da en la frente con las rodillas, sube una pierna, extiende las dos, sacude los brazos, tamborilea; y al fin expira, rota la nuca hacia adelante, saludando con la cabeza a los espectadores».