miércoles, 25 de marzo de 2015

NACE UNA REAL ALTERNATIVA DE CAMBIO

por Marcelo Stubrin
Una versión comprimida se publicó en Clarín del 21/03/2015

Terminada la Convención radical y notificados los líderes locales que tendrán disponibilidad amplia para adaptar las ofertas electorales de sus provincias a la nueva situación, llegó la hora de comenzar un delicado trabajo político que tiene su primera estación en las PASO del segundo domingo de agosto.
En efecto, tradiciones y estilos políticos diversos confluirán con un programa mínimo de coincidencias  republicanas en una elección primaria para proceder a la elección de la fórmula presidencial.   Pero una elección es competencia –habrá tres candidaturas-, y resulta interesante reflexionar sobre la dificultad que entraña disputar y asociar de manera simultánea para un proyecto de gobierno
La primera cuestión es sencilla, los candidatos se presentan a elecciones para ganar, no para hacer un buen papel. En este sentido, parte de la competencia democrática radica justamente, en marcar las diferencias con los adversarios. Sumado a ello, en esta oportunidad, no solo se dirime cual de las fórmulas competirá en nombre del conjunto, sino que el resultado permitirá vaticinar ciertas tendencias sobre la orientación del gobierno, dado que nuestro régimen es presidencialista.  El arte de conformar coaliciones por círculos concéntricos de afinidad, será indispensable y decisivo para el éxito de la gestión de quien gane la elección. De modo que el debate, lejos del fraccionalismo, iluminará también la orientación del gobierno y las particularidades propias de los presidenciables y sus partidos deberán enfatizarse sin perder de vista la orientación colectiva sobre cuáles son las prioridades programáticas comunes.
Es por ello, que los cuatro meses que vienen constituirán un terreno propicio para la conformación de asociaciones y afinidades que permitan al candidato a presidente electo en las primarias disponer de un programa preciso y de equipos que expresen toda la riqueza del agrupamiento y se dispongan a realizar propuestas con el mayor grado de precisión durante la campaña electoral. Recién entonces –dirimidas las Paso-, se sabrá quienes son los contendientes, y quien representa la continuidad del Kirchnerismo.  Lo que equivale a decir que aunque la masa crítica congregada en el acuerdo UCR, PRO, CC, es la más relevante para quienes impulsan el cambio, la ausencia de definición del gobierno sobre su oferta electoral, constituye una anomalía del sistema político.   El retador no tiene un oponente conocido y por eso no se puede configurar un clima adecuado para desarrollar una campaña electoral. 

Ahora bien, ¿cuál es el centro del asunto que se dirime en la elección presidencial?  Cada argentino tendrá una respuesta a su medida, pero el corazón de la cuestión es continuidad o cambio; hay fastidio con el Gobierno en capas muy amplias de la población que ya no soportan el estilo presidencial, las cadenas nacionales para anunciar cuestiones de rutina, la desmedida y arbitraria concentración del poder, un Congreso domesticado para satisfacer caprichos, un permanente estado de confrontación y presión sobre el Poder Judicial, la ausencia de diálogo constructivo sobre la agenda pública, una política exterior estrafalaria y una atmósfera de fin de ciclo que llena de sospechas cada una de las acciones de un gobierno más preocupado por esquivar indagatorias que por convocar a la sociedad para corregir los problemas principales.
En este escenario, la fortaleza del acuerdo UCR-PRO-CC radica justamente, en que se posiciona como la única fuerza política capaz de vencer al Frente para la Victoria y encarar un cambio sustantivo. Esto es así, porque cada uno de los partidos y dirigentes que conforma el acuerdo, cuenta con  ventajas comparativas y características diferenciales propias; todas ellas necesarias e indispensables para la construcción de un proyecto alternativo.

Dentro de este  marco, la UCR es una fuerza que posee representación nacional y que tiene en su haber 124 años de experiencia política, significativos bloques parlamentarios y una trayectoria destacada en la gestión de municipios y provincias.  Desde la conquista del sufragio universal hasta la transición democrática, el partido ha demostrado capacidad para dirigir acuerdos, luchar contra poderes desestabilizantes reales,  y restablecer en un marco de consensos amplios y pluripartidistas el régimen democrático argentino. En este sentido, los consentimientos alcanzados para la formulación de una estrategia nacional durante la Convención del 14 de marzo pasado, y el asentimiento logrado sobre el conjunto de lineamientos básicos de gobierno (sustentados en la igualdad, la libertad, la modernización productiva y el desarrollo de la calidad de vida) son prueba de la consistencia ideológica, la experiencia programática y la virtud republicana del radicalismo. Un partido que refleja en su seno las múltiples tensiones de la sociedad, pero que tiene la experiencia política necesaria para privilegiar la unidad al conflicto e impulsar el conjunto de  transformaciones necesarias que lleven al cambio en un ámbito de estabilidad y respeto por la diversidad. La hora del cambio ha llegado.