jueves, 11 de septiembre de 2008

Otra vuelta de tuerca

La crisis financiera internacional que comenzó a mediados de 2007 con el problema de las hipotecas en EEUU no encuentra su piso. A pesar de haber leído varios titulares que anunciaban su final, sigue provocando importantes consecuencias con indudables repercusiones para la Argentina.

Dichas consecuencias son variadas y serían de bajo impacto si el gobierno nacional hubiera administrado con mayor responsabilidad los años de bonanza que se disiparon entre las nieblas que provocan la inflación, el abuso de los subsidios y el cortoplacismo.

Parece una marca indeleble del peronismo: sacrificar el futuro en el altar del presente. Sin apreciar que el presente se esfuma cuando las señales para el futuro no resultan consistentes, o al menos todo lo consistente que los mercados reclaman.

La verdad sobre el conflicto con el campo quedó en la penumbra: El gobierno necesitaba más dinero para atender sus compromisos financieros del 2008, es decir la caja no era tan robusta como la pintaban. Entonces comienza la lógica de la crisis y los famosos círculos viciosos. Los economistas exigen al gobierno políticas que den confianza para lo cual habría que disminuir los subsidios y aumentar los precios y tarifas con lo cual aumentaría la inflación. Los industriales reclaman mayor protección cambiaria, lo que aumentaría los precios de las importaciones y ello redundaría también en mayor inflación. Los mismos dilemas se multiplican en cada una de las acciones posibles. El país ha cambiado súbitamente. Se parece más al que conocimos antes, el gobierno tendrá que sacar tarjetas amarillas y rojas, deberá decir que no, algo que no hizo en los últimos cinco años, en que pudo satisfacer todas y cada una de las demandas que afloraron a la superficie de la sociedad.

¿Podrán, sabrán, querrán? Este es el problema, pues quienes queremos firmemente que la presidenta termine su mandato en una Argentina que por lo menos vaya tan bien como Uruguay, Chile y Brasil, estamos azorados por la pérdida vertiginosa de poder, prestigio e idoneidad del gobierno para encarar esta coyuntura. Nada parece salir bien, bonos a Chaves y papelón financiero, pago unilateral al Club de París en actitud de fortaleza y todos lo consideraron un gesto de debilidad. De modo que el gobierno se exhibe con flaquezas para encontrar un rumbo y la coalición política que le dio el impresionante triunfo electoral del año pasado se encuentra resquebrajada y en franco retroceso.

Enfrente solo se encuentra el Radicalismo y su diáspora de votantes y dirigentes. La fortaleza de este partido, sus estilos, valores, programa y organización son el único antídoto para evitar que el peronismo como el ave fénix vuelva a travestirse a sí mismo y las conocidas estructuras sindicales y políticas cambien de rubro y se presenten como nuevos salvadores de la patria. Siempre como si nada hubieran tenido que ver con la etapa anterior, peor aún, considerando que los gobiernos anteriores que integraron y apoyaron fueron lo contrario de lo que ahora proponen. ¿Nunca se preguntaron la razón por la cual las estrellas del firmamento Kirchnerista nunca nos explicaron por que apoyaron con el mismo fervor a Menem y a Duhalde? Pues la respuesta es simple: Porque lo mismo hizo su actual jefe sin empacho alguno.

Ahora bien entre el defecto oportunista de quienes impunemente predican lo opuesto a lo que sostenían ayer, y las tendencias autodestructivas de los radicales que empleamos la mitad del tiempo en disculpar nuestros errores, resaltando en mordaces luchas internas los defectos de nuestros correligionarios hasta inutilizarlos como actores políticos, hay una distancia que se debe transitar con sensatez.

Debemos dejar de ser nuestros principales enemigos, recuperando un espíritu de cuerpo indispensable para luchar por el poder y servir a la nación. Debemos mejorar la organización partidaria para que pueda ser anfitriona de los que se fueron desde 1995.

Debemos abandonar los localismos políticos que esterilizan la acción nacional del partido; nuestros candidatos a gobernadores e intendentes comprenderán pronto que nada mejor para potenciar sus candidaturas locales que un partido nacional que tenga respuesta para los grandes problemas nacionales y se enriquezca con la representatividad insuperable de nuestra valiosa militancia desplegada en todo el territorio del país.

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