lunes, 15 de septiembre de 2008

La justicia y la política

Cuando los funcionarios son acusados de cometer actos de corrupción, invocan el principio de inocencia y dicen: "esperemos que se expida la justicia".
Cuando un Ministro no quiere reprimir una protesta que le resulta favorable dice: "ningún Juez ordenó la acción policial"; cuando en cambio la movilización le resulta inconveniente dice: "la policía debió restablecer el órden, pasamos las actuaciones a la justicia competente".
Cuando un diputado abomina de una medida de gobierno, denuncia a los funcionarios por haber cometido delitos y los querella.
Cuando se les reprocha que Antonini Wilson salió del país dicen: "la justicia lo permitió", cuando quieren desprestigiar los dichos de los testigos en el Juicio que se lleva a cabo en EEUU dicen: "defendemos la justicia argentina".
La Justicia, entonces dejó de ser un sustantivo esencial para convertirse en un adjetivo de conveniencia.
Mucho se ha escrito sobre la independencia y la imparcialidad de los jueces, admitamos que es un valor entendido en nuestra sociedad. También mucho se ha escrito sobre el peligro que entraña el gobierno de los jueces, o sea que ellos deben interpretar y aplicar la Ley, no dictarla.
Pero lo que nunca se ha visto es que oficialistas y opositores pretendan hacer política colgados de los pantalones y/o polleras de los magistrados judiciales. Esto es inadmisible.
Sin embargo, cada vez más se judicializa la política.
Veamos: Un vecino, un periodista, un diputado, un ministro y un juez se expiden sobre un hecho.
Cada uno de ellos tomará los datos disponibles, los convertirá en información y sacará sus conclusiones.
El vecino con el fin de comunicar su opinion ciudadana resolverá aplaudir, protestar o cambiar su voto para la siguiente elección; el periodista luego de cerciorarse con dos fuentes y utilizando el verbo en modo potencial, lo publicará; el diputado mejorará sus iniciativas legislativas o ejercerá las potestades investigativas y de control que la constitución le asigna; el ministro incorporará sus conclusiones a la administración de su cartera y a los comportamientos de sus subordinados; el Juez, en cambio luego de que se cumplan todos los principios y garantías del procedimiento, decidirá si el acusado es culpable o inocente, es decir si va preso o permanece en libertad, o si los bienes reclamados pertenecen a éste o a aquel de los contendientes.
En nuestro cambalache, en cambio, todo se ha trastocado.
Si el financiamiento de la campaña es sospechoso, ¿que hay que esperar del Juez?, si Antonini Wilson es un declarado enemigo del Gobierno, asociado con potencias extranjeras que se ocupan de desestabilizar dos gobiernos sudamericanos, ¿Por qué se fue como Pancho por su casa luego de disfrutar de su condición de huesped oficial?
Me parece que ha llegado la hora de distinguir las cosas. Que los ciudadanos opinen lo que quieran de acuerdo con la información de que disponen, que los periodistas informen con responsabilidad, que los diputados pidan informes, interpelen, investiguen para proyectear las mejores leyes. Pero por favor que los Ministros
organicen las reparticiones a su cargo de manera inmediata, sin escudarse en lo que los jueces dijeron o dejaron de decir. Por definición el Juez recién actúa con posterioridad al delito, no podría hacerlo antes. Si debe hacerlo es porque algo no funciona, la policía está sin reglamento ni autoridad para impedir el daño y restablecer el orden, y nuestra Corte Suprema debe ocuparse de las jubilaciones y del saneamiento del Riachuelo frente a la morosa inacción del Gobierno.
Martín Fierro que como todos se acuerdan desconfiaba del Juez por sobrados motivos les diría que no lo menten tanto ni lo manoseen, porque la partida les puede salr tan mal como a él.

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