martes, 14 de octubre de 2008

La bolsa y la vida

Hace un año ya que las finanzas mundiales están en el centro de la escena.
Comenzaron con la pinchadura y posterior desinfle de las hipotecas en Estados Unidos y siguieron desparramando insolvencias por el mundo en tonos cada vez más sonoros.
La idea es que algo se ha derrumbado, algo más que el valor de los papeles. Cayeron algunas columnas que blindaban el templo de Occidente.
Ya nadie sostiene que la competencia regula los mercados financieros y garantiza la prosperidad universal. Ahora compiten los grandes países para ver quien subsidia más, quien interviene sosteniendo la ruinosa economía de los bancos, en un desfile de trillones difícil de imaginar.
Mientras los reyes de las finanzas se convertían en mendigos, cayó un concepto esencial del modelo imperante: las transacciones financieras independizadas de la producción y el comercio de bienes podían expandirse de manera infinita. Cada arbitraje agregaba riqueza a alguno de los líderes del naufragio y ellos, llenos de valor daban un paso al frente, delante del precipicio.
Los principios proclamados se violaron sin rubor. Ya sabemos que las ideas ceden frente a los intereses, sobre todo cuando simulan ser ideas y son meras herramientas al servicio de ciertas conveniencias provisorias, que se mudan como los calzoncillos cuando dejan de servir a quienes las sustentan. La preocupación por los plomeros del mundo desarrollado financiando con impuestos las bancarrotas de los capitalistas cedió terreno frente al repentino realismo y una cierta “ética de la responsabilidad” derramó ríos de tinta impresos en las enciclopedias del neoliberalismo.
Simultáneamente asistimos a la recta final de la elección norteamericana. Allí también algo falló, Bush termina contradiciendo su gobierno, asistiendo a reuniones que hasta hace pocas semanas despreciaba, asumiendo que el tiempo del unilateralismo y la prepotencia se consumió en las bolsas, y como éstas para él valen más que la vida, resolvió escuchar a sus pares con humildad, claro con posterioridad a que su mega paquete de rescate fuera rechazado por los mercados y aceptado a regañadientes por los congresales de su propio partido.
En dicha elección hay ciertos vientos de cambio, pero seremos prudentes en alentar expectativas excesivamente optimistas. El mundo es ahora más complejo, no encajó en la pobreza retórica del equipo de Bush; pretendían combinar los “valores familiares” con la lucha contra el eje del mal, siempre cambiante. Casi un reflejo de los que satanizan a Occidente y practican el terror indiscriminado.
Ahora las bolsas deberán enfrentarse con la vida y su infinita trama de complejas interacciones. Ya no se trata de dinero electrónico, sino de la capacidad de producir bienes y servicios competitivos, el futuro próximo será duro por la contracción económica que se avecina, pero en él, habrá más espacio para los ingenieros que para los financistas.
También, si el cambio en Estados Unidos es consistente, se viene un resurgimiento del multilateralismo, es decir un mundo con reglas, que siempre será más conveniente para los argentinos. Reglas de comercio que terminen con la hipocresía de los subsidios a la agricultura. Reglas para la preservación de la paz que salven vidas y fomenten la lógica transaccional del sistema internacional. Reglas para la ayuda humanitaria y la cooperación que hace más de veinte años han salido de la agenda internacional. Reglas para la preservación del ambiente y los recursos escasos. Reglas que no podrán ser peores que estos años vividos de prepotencia de las potencias que se enseñorearon por el mundo atropellando, mintiendo e incrementando la inseguridad en los cinco continentes.

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