Nota Publicada en Página12 "Demagógico y efectista"
Nota Publicada en el diario Página12
Sábado, 18 de octubre de 2014
“DEMAGÓGICO Y EFECTISTA”
Intelectuales, políticos,
periodistas y dirigentes de derechos humanos de diferentes posiciones políticas
salieron al cruce de quienes quieren involucrar a las Fuerzas Armadas en la
seguridad interior. Alertaron sobre el peligro que entraña “la especulación
política de corto plazo”.
Recientemente un ex
presidente de la República, un candidato presidencial a las elecciones de 2015
y un ex ministro de Defensa han hecho declaraciones en favor del
entrecruzamiento de las actividades militares con las policiales. Sus dichos
entreveran de una manera inconveniente, contradictoria con la normativa
vigente, las funciones de defensa y de seguridad. No son voces aisladas pues
desde hace un tiempo se plantea, en diversas esferas y a través de diferentes
medios, la alternativa de utilizar las Fuerzas Armadas en asuntos de seguridad
pública: una opción gravosa en varios sentidos, que remite más al pensamiento
mágico que al abordaje razonado de los problemas.
Las Fuerzas Armadas (FFAA)
no son instituciones multipropósito. Son un seguro que los ciudadanos pagamos
para defendernos de eventuales amenazas armadas externas que pudieren agredir
nuestro territorio, nuestra población, nuestras autoridades o nuestros
recursos. Para tal fin se educan, se preparan,
se adiestran y son provistas de complejos y
costosos sistemas de armas, de una doctrina militar y de un despliegue
territorial diseñados para la eventual aplicación de la violencia en el grado
extremo que requiere la guerra.
Por otra parte, la
República cuenta con instituciones específicamente diseñadas para enfrentar los
problemas de la seguridad pública, para lo cual también están formadas y
entrenadas, dotadas de medios operativos e infraestructura y desplegadas en el
territorio nacional. Todo ello conforme al marco constitucional y jurídico
vigente. Las fuerzas policiales (Policía Federal, Policía de Seguridad
Aeroportuaria y policías provinciales) y
de seguridad (Gendarmería Nacional y Prefectura Naval) tienen el objetivo de coadyuvar en la
aplicación de la ley y de prevenir, interrumpir y eventualmente investigar
diversas formas de criminalidad. En
ocasiones se ven en la necesidad de utilizar la coerción para hacer efectiva la aplicación de la ley con un criterio de gradualidad, estricta
adecuación de medios a fines y de preservación de la vida y de la integridad
física de aquellas personas que deben constituir el objeto de su accionar.
Argentina posee, así, fuerzas denominadas “intermedias” cuya formación,
adiestramiento y doctrina les posibilita disponer de mayor flexibilidad y
capacidad de respuesta para enfrentar amenazas a la seguridad interior. Este es
un recurso –conviene destacarlo- con el que cuentan varios países de Europa y
muy pocos en América Latina, entre ellos México que recientemente ha
desarrollado un cuerpo de gendarmería.
En democracia, a
partir de un amplio consenso pluripartidario,
se construyó en nuestro país un marco legal en materia de defensa y
seguridad interior que define con claridad misiones y ámbitos de jurisdicción
de sus FFAA y de sus fuerzas policiales y de seguridad, y deslinda con
precisión y rigor sus respectivos campos de actuación. Producir una desviación
de la misiones de las FFAA hacia funciones de seguridad pública involucra
serios problemas y riesgos. Primero, porque el hecho de que usen armas no las
capacita para lidiar con el delito. Soldados y policías están instruidos para
actividades diametralmente diferentes, como se acaba de señalar, que implican
dos modalidades distintas de uso de la violencia armada. Y segundo porque la
mayor eficiencia que los militares supuestamente aportarían al trabajo policial
no está verificada por la evidencia empírica disponible. No hay ejemplos
exitosos del desempeño de las fuerzas armadas en funciones policiales. Por el
contrario, lo que desgraciadamente se observa en los países de la región que
han apelado al recurso militar es la persistencia del crimen organizado,
fundamentalmente del narcotráfico. Pero además su
uso frecuentemente implica un incremento en los niveles de violencia y de
violaciones a los derechos humanos, así como
de corrupción debido a la connivencia
que suelen mantener con los grupos a los que debería combatir. Todo lo cual
irremediablemente afecta a las instituciones militares pero, más importante aún, al propio Estado de derecho.
Entre las naciones
que conforman la comunidad internacional prevalece la noción de que todo Estado
debe contar con FFAA que garanticen su integridad y soberanía frente a
agresiones militares externas. Conviene no olvidar, sin embargo, que los argentinos aprendimos en Malvinas que si las
FFAA desvirtúan su oficio con el desarrollo de misiones ajenas a su función
específica, ulteriormente no son un instrumento apto para defender la nación.
Cuando vemos que
algunos dirigentes políticos exponen de manera poco responsable que la
inseguridad o el narcotráfico debe combatirse con las FFAA, quienes hemos
trabajado el tema por años nos sentimos muy preocupados. Hemos sido
modestamente parte de la larga y costosa lucha por restablecer la democracia en
Argentina, uno de cuyos primeros asuntos a resolver fue, precisamente, qué
hacer con los militares. Estamos convencidos
de que el pensamiento mágico es inconducente: no hay atajos para encarar
satisfactoriamente nuestros problemas de seguridad pública. Y creemos que la
especulación política de corto plazo engarzada a un discurso demagógico y
efectista, cuyo objetivo es policializar la labor militar, puede abrir la puerta a peligrosos futuros.
No hay beneficio colectivo en la tergiversación de la función básica de
nuestras FFAA; hay error acaso ingenuo en algunos y en otros sólo interesados
–y riesgosos- oportunismos.
La confusión que
entraña lo antedicho merece ser disipada. Llamamos a no aceptar un retroceso
contraproducente, a aprender de los errores de terceros, y a encarar nuestros
problemas de seguridad pública con responsabilidad ciudadana, sin enconos y con
discernimiento.
FIRMANTES
ACUÑA Carlos H.; AGUAS Mariano; AINCHIL
Gustavo; ALES Cecilia; ANGUITA Eduardo; APPIOLAZZA Martín; ARONSKIND Ricardo;
ARSLANIAN León Carlos; AZNAR Luis; BALZA Martín; BLAUSTEIN David; BOLOGNA
Bruno; BULCOURF Pablo; BURKUN Mario; BUSSO Anabella; CAÑON Hugo; CAPUTO Dante; CARRASCO
DE LA RIVA Guillermo; CASTAÑO Jazmín; CASTIGLIONI Franco; CLEMENT Ana María, COGORNO
Guillermo; COLOMBO ROQUE Ricardo; COLOMBO SIERRA Agustín; COMINI Nicolás;
CHILLIER Gastón; D´ALESSANDRO Juan Manuel; D´ALOTTO Alberto; DE ARRIBA Alberto; DEL PERCIO
Enrique; DER GHOUGASSIAN Khatchik; DE
ROSE Roberto; DIAMINT Rut; DUFOUR Gustavo; DVORKIN Eduardo; EISSA Sergio;
ELBAUM Jorge; ESTEVEZ Eduardo; ESTRELLA Miguel Angel; FERNANDEZ Arturo;
FERNANDEZ María Belén; FERNANDEZ Santiago; FÖHRIG Alberto; FORTI Alfredo; FREDERIC
Sabina; FURMAN Rubén; GAK Abraham; GALLESIO Enrique; GARGARELLA Roberto; GARRE
Nilda; GARRETA Jaime; GRIMSON Alejandro; JARAMILLO Ana; KANDIKO Ulises; LAVALLEN
RANEA Fabián; LECHINI Gladys; LITVACHKY Paula; LOPEZ Ernesto; LOPEZ CHORNE
Juan; LORETI Damián; MARCELLO Roberto; MARTINEZ Pablo; MAURINO Gustavo; MERKE
Federico; MORENO OCAMPO Luis; NATANSON José; OSZLAK Oscar; OTAMENDI Alejandra; PALERMO
Vicente; PALMIERI Gustavo; PARADISO Pepe; PASCALE Norberto; PASSERA Javier;
PATIÑO MAYER Hernán; PIERINI Alicia; PINTO Mónica; PONS Roberto; QUILICI
Domingo; RODRIGUEZ Jesús; RODRIGUEZ GAMES Nicolás; ROMANO Silvina; ROSTICA
Julieta; SAIN Marcelo; SALOMON Alejandro; SANCHEZ ANTELO Raúl; SARLO Beatriz;
SEGAL Alberto; SEMAN Ernesto; SOPRANO Germán; STUBRIN Marcelo; STUPENENGO Héctor;
TAIANA Jorge; TALENTO Miguel; TIBILETTI Luis Eduardo; TIBILETTI María de la
Paz; TOKATLIAN Juan Gabriel; TONELLI Luis; UGARTE José Manuel; VARNAGY Tomás;
VAZQUEZ OCAMPO José María; VELAZCO María Luisa; VERBISTKY Horacio; VILLAGRA
DELGADO Pedro; VIOR Eduardo; WATTS Jorge.
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